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Cultura

Que no pare el karaoke

Una (pen)última secuencia, ya fuera de tiempo, en plenos títulos de crédito de salida, encierra la clave de esta adaptación cinematográfica del exitoso musical Mamma mia! basado en las canciones más populares del que es, con perdón a los beatlemaniacos, el mejor grupo pop de la historia. Acompañada por dos espléndidas Julie Walters y Christine Baranski, Meryl Streep mira a cámara, a nosotros espectadores entregados a la fiesta, para preguntarnos si queremos "una más". Evidentemente, y dos si es posible. La película ha conseguido a estas alturas su único y más que loable propósito, celebrar a lo grande y sin otra coartada (no como en la reciente y pretenciosa Across the universe, a propósito de las canciones de Lennon y McCartney) que no sea la del entretenimiento y la complicidad nostálgica, la interminable serie de éxitos del grupo sueco que formaron Benny Andersson, Frida Lyngstad, Björn Ulvaeus y Agnetha Fältskog.

Tan kitsch y hortera como podía esperarse, Mamma mia! - La película se entrega a su condición artificial y de cartón piedra entre decorados de fantasía mediterránea y puestas de sol imposibles para desplegar su libérrima, ñoña y casi prescindible trama argumental esperando esa catarsis colectiva que irrumpe cada vez que asoman los más que reconocibles acordes de las canciones, prodigio de síntesis entre melodía, ritmos disco y romanticismo de telenovela. Ni tan siquiera importa que la fotografía sea un desastre de empalago veraniego, ni que la dirección, que corre a cargo de Phyllida Lloyd, nos regale de cuando en cuando horribles planos y ralentís sacados del peor baúl de los recuerdos.

El insuperable trío de mujeres (¡un Oscar para Meryl, ya!) y hombres protagonistas (¡eso es un casting, lo demás son tonterías!), su desopilante capacidad para reírse de ellos mismos (véanse los numeritos finales y el correspondiente vestuario) cantando y bailando como unos adolescentes enloquecidos, las entradas del coro griego en cada canción, su optimismo blanco y contagioso, en fin, hacen de esta película una auténtica orgía para todos aquellos que, como un servidor, no puedan resistirse a las imperecederas canciones de ABBA. ¿Pero es que hay alguien que de verdad se resista?

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