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Crítica de Música

Un poema visual y rítmico

La banda sonora que Martin Matalon (Buenos Aires, 1958) ideó en 1995 por encargo del Ircam de París para Metropolis de Fritz Lang está escrita para dieciséis instrumentistas (con dominio de vientos y percusión) y electrónica, todo un desafío que Zahir Ensemble superó de forma brillantísima, pese a que la propuesta del ciclo del Teatro Central se vio algo rebajada por los problemas con el subtitulado en español, ausente en la mayor parte de la primera parte de la película y con importantes lagunas en la segunda.

Poco afectó eso en cualquier caso al trabajo musical del conjunto sevillano, que pareció incluso reforzado por esta circunstancia, pues la obra de Matalon funciona en buena medida como apoyo y comentario no tanto a la anécdota futurista y política de la película de Lang, cuanto a su plasticidad visual. Matalon estudió a conciencia el ritmo de cada escena y plantea a partir de ese estudio un juego coreográfico de fascinantes correspondencias, no todas estrictamente paralelas a la acción, lo que lo separa de un simple trabajo programático, realista y mecanicista, y le otorga dimensiones simbólicas y poéticas que profundiza en los significados de la obra original.

El compositor argentino, presente en la sesión sevillana del miércoles, recurre a asociar algunos instrumentos a los principales personajes (el bajo sin trastes se vincula con Freder, la guitarra eléctrica con María y su distorsión con su doble robótica), emplea referencias jazzísticas y de músicas del mundo (esas congas cubanas) y consigue una fusión entre sonidos electrónicos y acústicos que opera a modo de gran trampantojo, casi una metáfora sonora de los artificios visuales y de guion con los que está hecha la película.

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