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BIENAL DE FLAMENCO

Lo público

  • No hay ni un Premio Nacional de baile de los últimos años que no haya participado en algún montaje del Ballet Flamenco de Andalucía, un proyecto perfectamente asumible en lo económico

El BFA durante la inauguración de la Bienal en el Lope de Vega.

El BFA durante la inauguración de la Bienal en el Lope de Vega. / José Angel García

De la pandemia que ha venido a trastocar todo lo que creíamos cierto, no salimos más fuertes, ni más unidos, por más que el Gobierno haya insistido en esta idea con la credibilidad de Miguel Bosé en un congreso de epidemiólogos. Sí en cambio parece haber calado en la inmensa minoría que razona al margen de los eslóganes que lo público es ese árbol común que hemos de cuidar con mimo frente a plagas, inclemencias y podas salvajes. Y tuvo algo de árbol el espectáculo con que el Ballet de Flamenco de Andalucía ha resumido sus 25 años de vida en su regreso a la Bienal. La semilla la plantó el maestro Mario Maya y hoy, un cuarto de siglo después, la historia del Ballet es la de un árbol que ha sobrevivido a etapas mejores y peores (¿y quién no?) y del que han nacido decenas y decenas de ramas. Entendemos esa copa frondosa como la larga nómina de directores, coreógrafos y jóvenes promesas que a lo largo de los años han encontrado cobijo en esta compañía dependiente de la Consejería de Cultura, que ha servido de embajador de Andalucía en teatros de todo el mundo pero que, incomprensiblemente, los distintos moradores de San Telmo apenas conocen. De lo contrario, a estas alturas sabríamos tanto del Ballet como del lince. Como que no hay ni un Premio Nacional de baile de los últimos años que no haya participado en algún espectáculo de la compañía o que de los 40 artistas que están en la primera línea del flamenco, con compañías que generan puestos de trabajo y riqueza, hayan colaborado en alguna ocasión con el ballet.

Sería osado enumerar en estas líneas todos esos nombres pero sirva el de Rubén Olmo -ex director de la compañía andaluza y actual director del Ballet Nacional de España- como ejemplo de lo mejor que ha pasado por este proyecto perfectamente asumible en lo económico. Tiene una partida anual de unos 800.000 al año -un irrisorio 0,002% de los 38.500 millones de euros del presupuesto de la Junta- y logra refinanciar buena parte gracias a lo que ingresa en teatros y festivales. El caso del Ballet, al fin, ilustra bien la importancia que tiene para los proyectos culturales un apoyo sostenido desde los poderes públicos, máxime cuando la pandemia ha secado el maná del turismo. "Hacer política es priorizar", repiten los gestores públicos. Prioricen la cultura y no se equivocarán.

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