La dictadura de lo cool | crítica de teatro

En las revoluciones mueren personas

Espectacular puesta en escena a cargo de los chilenos de La Re-Sentida

Espectacular puesta en escena a cargo de los chilenos de La Re-Sentida

No hay nada como la propia izquierda para hacerse el harakiri. No necesita la crítica ajena porque ella solita es capaz de generar mil y un discursos autodestructivos. Sólo hay que echarle una ojeada al patio en el que vivimos. Tenemos un partido que entusiasmó a cinco millones de españoles y que, en pocos años, está en caída libre por los encorsetamientos que él mismo se impuso (y que nadie le pidió que asumiera).

Paralelamente, el otro partido, la izquierda del sistema, se desangraba en luchas internas por el poder. Si a todo esto le sumamos una cultura de la imagen, en la que generaciones de jóvenes se tienen que justificar ante las redes sociales, que creen que pasarlo mal en la vida es no cambiar de móvil cada año, parecería necesario que una obra como La dictadura de lo cool tuviera que aparecer y que, desde el teatro ‘pop-lítico’, se arremetiese contra tirios y troyanos y se pusiese en solfa, a base de sarcasmos y poca vergüenza, lo divino y lo humano.

Evocar al pueblo, como si fuera una esencia, acaba produciendo monstruos. Dejarse llevar por lo que nos imponen las multinacionales, los bancos, las farmacéuticas, las cadenas de comida basura es asumir nuestra esclavitud en un mundo regido por el Gran Hermano.

Me gusta el grito de La Re-Sentida, me subyuga su puesta en escena, me enamoran sus intérpretes, me entusiasma ese cámara que protagoniza el espectáculo. Más aún, me dio mucho morbo escuchar ese mensaje en el templo de lo cool de Sevilla. Será la edad, más de cincuenta, pero mientras más los admiraba por su técnica, por su propuesta, por su calidad como espectáculo, más paradójico (no quiero hablar de mentira) me parecía su mensaje, su crítica se iba vaciando. Gusta escucharla, pero se pierde. Al final, es teatro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios