Cultura

No te rías, que es peor

Intérpretes: Fiorina Sage, Esther Lara. Guionistas de los monólogos: Regina Román, Ismael Rodríguez Lara, Esther Lara. Director técnico: Francisco Rubio. Técnico imagen y sonido: David de Jong. Fecha: Viernes 12 de abril. Lugar: Sala La Fundición. Aforo: Un cuarto.

Aparece al principio de Extranjeras por el mundo, justo en la primera intervención de Fiorina Sage, un clavo ardiendo al que agarrarse; y ése no es otro que la idea -la posibilidad- de que aquí se estuviera inaugurando un género, el del anti-monólogo, otro islote en el archipiélago del posthumor. Pero no, no se trata en esta ocasión de una autopsia a contracorriente de la moda monologante, sino de, simplemente, una concatenación de viñetas de stand-up no demasiado afortunada y que genera el suficiente estupor atmosférico para que el espectador contemple ese escenario, el de asistir al desmantelamiento de la risa.

Posiblemente Sage, Lara y los guionistas de este duelo femenino de extranjerías entre una francesa con el alma española y una cani local abierta a lo forastero en Londres hayan buscado en la coartada esquizofrénica que relaciona a ambas protagonistas algo así como un pulmón artificial para respirar cuando los monólogos se asfixiasen y el silencio se hiciera dueño del patio de butacas. Y no es mala idea, e incluso en su día tuvo pedigrí filosófico, la de quebrar realidad y representación a partir de la apología esquizoide. El problema es que ese salto mortal se ejecuta aquí con demasiado poco brío y dentro de unas coordenadas trilladas, reminiscentes de aquellas que hicieron famosos, sin duda demasiado rápido, a los Morancos. Es cierto que pocas soledades son tan frágiles como la de aquel que es arrojado -aquí ocurre literalmente- en solitario a la escena a intentar hacer reír a un público, pero eso no quita que haya que exigir al incauto algo de responsabilidad y profesionalidad. El humor es un trabajo muy arduo que exige dotes innatas cuando no una sacrificada disciplina, y sus principales némesis son la pereza y la mecanización, ambas demasiado presentes en Extranjeras por el mundo, espectáculo de la autocomplacencia.

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