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Cultura

De lo ridículo a lo sublime en un golpe de batuta

En una nueva comparecencia sevillana (si mal no recuerdo la última debió ser en septiembre de 2004), el conocido director Rafael Frühbeck de Burgos nos ofreció las tres facetas de su quehacer musical. En primer lugar, la del orquestador artesanal y diletante que es capaz de transmutar el refinamiento de la música de Albéniz en una infumable versión orquestal propia de música de ambiente de consulta de dentista. Y que conste que es la tercera vez que Frühbeck presenta en Sevilla (marzo de 1993 y mayo de 1997) sus orquestaciones albenizianas, llenas de anacolutos instrumentales (¡esas campanas, ese xilófono, ese triángulo!) y de ese empalagoso sentido kitsch del timbre que llega a momentos de un ridículo insoportable (final de Asturias, sección central de Sevilla).

Luego estuvo el Frühbeck sostenedor de la música española por medio mundo, uno de los mejores intérpretes de la obra de Falla o Turina. Su sentido del color y del ritmo salió a relucir con las Danzas fantásticas de Turina, acentuando de manera muy sutil el ritmo dezortzico de Ensueño. Faltó, no obstante, un punto más de energía, casi violencia, en el arranque de Orgía.

Y, finalmente, tuvimos al Frühbeck adherido a la tradición germánica de los antiguos kapelmeister hechos al repertorio fundamental de la tradición sinfónica centroeuropea y custodios de un sentido monumental y trascendente del sonido y de los desarrollos. En plan Führer de Burgos, el maestro burgalés nos ofreción una Quinta a la vieja usanza. Primero por el excesivamente nutrido orgánico que a veces se volvía en contra de la agilidad y de la claridad en el fraseo en una obra de hace exactamente doscientos años, como se evidenció en el Andante. Y segundo por su tendencia a ralentizar los finales de algunas frases y a saturar las dinámicas. La ROSS respondió de forma brillante.

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