En la plaza mexicana de Tijuana, se lidiaron toros de cuatro hierros distintos, bien presentados pero de poco juego. Antonio Nazaré, silencio y silencio tras aviso. Ricardo Frausto, silencio en ambos.
Lo más destacado llegó a cargo del sevillano Antonio Nazaré ante el manejable tercero. Cuajó un bello saludo a la verónica y posteriormente ratificó su buen manejo del percal con un precioso y ajustado quite por navarras y tafalleras. Firmó una faena de corte clásico, con estética y ligazón. Basó su labor por el pitón izquierdo, por donde trazó el natural con exigencia y recorrido. Nazaré remató la notable faena con una estocada, pero el toro no quiso echarse y perdió el triunfo por el desacierto con el descabello. Ante el complicado primero, se impuso a base de raza.
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