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Cultura

Una suciedad cercana

  • Tala Madani propone un discurso transgresor en el CAAC Quedarse en la lectura política sería un error

Peter y Jane ayudan a aprender inglés. Peter y Jane protagonizan un método muy eficaz. Los ideó una editorial británica y los diseñó un dibujante chino. Por eso en sus rostros, educados y occidentales, la sombra de un pliegue rasga sus ojos. Pese a ello, Peter y Jane son encantadores. Por eso resulta extraño verlos adornando el árbol de navidad con unos gordos hombrecillos que sin recato alguno hacen sus necesidades y llenan las ramas del abeto de inacabables guirnaldas de excrementos que llegan a manchar cara y manos de tan educados jovencitos. Tala Madani, que nació en Teherán hace 33 años, y vive en Estados Unidos tras emigrar su familia, quizá aprendiera inglés con el método de Peter y Jane. Pero el cuadro que más arriba he descrito no es ninguna venganza. Madani insiste en mostrar lo que generalmente se oculta: vómitos, heces, orina. Si en una animación, Chácharas, dos tipos, que insultan y desprecian a un tercero, no hablan sino vomitan, en un solemne cuadro con fondo dorado, señores de porte respetable parecen participar en un rito y forman en semicírculo alrededor de un charco de orina alimentado por la que les corre pierna abajo.

Ante semejantes piezas, uno empieza por ensayar una lectura política y sobre todo económica (la autora se graduó en Ciencias Políticas antes de cursar el máster en Bellas Artes en Yale): ¿apunta Madani la situación actual?, ¿no estamos purgando el penúltimo invento del mercado libre, la oferta de hipotecas-basura, sometiéndonos a ese mismo mercado que ahora no ofrece sino obliga a contratos y sueldos-basura?

Pero por tentadora que pueda ser (y lo es en efecto) tal lectura, ésta no haría justicia a esta joven autora que ya tiene obras en la colección de la Tate Modern y ha celebrado una muestra individual en el Stedelijk Museum de Amsterdam. Al explorar el complicado territorio de lo abyecto con frecuentes incursiones en lo grotesco, Tala Madani apunta más lejos.

Abyecto (esto es, bajo, despreciable, innoble) es aquello que hemos de alejar de nosotros si queremos tener la dignidad de un yo. Algo que no es fácil de hacer porque eso que queremos alejar nos pertenece íntimamente. Lo grotesco se mueve en parecida ambigüedad. Una figura, actitud o conducta resultan grotescas cuando surgen en exclusiva de un fondo puramente animal y semejante caída es siempre posible porque convivimos con lo animal.

Por eso no es extraño que el arte se haya ocupado insistentemente de ambos temas. Autores del Renacimiento tardío recurrieron a lo abyecto con intención moral, ciertos artistas barrocos lo hicieron para subrayar la caducidad y desenmascarar falsos oropeles, el surrealismo discutió lo abyecto para pensar la transgresión, los accionistas vieneses para denunciar la colaboración de su país con el nazismo y autores más actuales lo han hecho para meditar los aspectos represivos de la educación convencional.

Madani adopta una perspectiva algo diferente. Lo abyecto muestra un inquietante transfondo común a la alta y baja cultura: puede estar tras las manchas de un cuadro de Pollock (Blackout), alentar en los iconos de Peter y Jane, como hemos visto, o animar la sonrisa de los abonados a la alfombra roja (The Dancer). Esa presencia sin embargo no parece consecuencia de alguna culpa personal o de ciertas concretas lacras sociales. Brota más bien del propio proceso de individuación que quizá no termina de romper amarras con el narcisismo. Eso hace pensar el solemne caballero que se introduce una potente linterna en la boca y lanza por el ano una caca no menos solemne en medio de un deslumbrante haz de luz. Algo parecido ocurre con otro personaje que, bajo los focos, se empeña en meterse en la nube de cómic que sale de su boca: lo logra, pero el bocadillo estalla como un globo y los dos desaparecen.

Otro aspecto en el que insiste la joven autora iraní es en los factores sadomasoquistas de nuestra cultura. En un cuadro vemos a dos varones que se esfuerzan en cruzar un enorme charco de orina que lanza desde el cielo un cínico cupido (Cupid Piss with Goggles); en una animación otro señor modela con mierda amontonada una enorme nariz (Ol'Factory) y en otra (Underman) dos hombres machacan a un tercero, situado en un nivel más bajo, y este se golpea a sí mismo cuando los otros dejan de hacerlo.

La muestra no es difícil. Puede ser dura, justamente por ser clara. Madani resuelve con soltura problemas técnicos, tanto en los cuadros como en las animaciones, y maneja lenguajes muy diversos. Esta indudable competencia la emplea en mostrar cuanto generalmente ocultamos, descartamos o exorcizamos. Nunca está de más sacar a la luz ese lado oscuro. Sobre todo en los tiempos que corren.

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