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Cultura

Un sueño veneciano

  • La mezzosoprano sueca Anne Sofie von Otter retorna al mundo del primer barroco con un disco centrado en la ópera veneciana.

El nombre de la mezzosoprano sueca Anne-Sofie von Otter (Estocolmo, 1955) ha quedado asociado para infinidad de melómanos de las tres últimas décadas a la exquisitez, el refinamiento y el buen gusto. A partir de una voz más bien pequeña (un problema que el disco atenúa) pero de hermosísimo timbre, equilibrada, homogénea, la cantante se ha impuesto siempre por su musicalidad, su elegancia y su extrema versatilidad, pues su repertorio va de Monteverdi a Brad Mehldau.

Pero muchos la preferimos barroca. Y monteverdiana. Sus antiguos trabajos con Gardiner (Messagiera en L'Orfeo, Ottavia en L'Incoronazzione di Poppea) y con Goebel (Lamenti) mostraban a una artista concienzuda y fina trabajadora del estilo. La música del primer barroco quizá no tenga la dificultad técnica que requieren las arduas agilidades del siglo XVIII, pero plantea desafíos aún mayores: sin interiorizar lo que se canta (música y texto) es imposible conseguir resultados medianamente aceptables. Alguien puede triunfar ametrallando al público con coloraturas imposibles sin ni siquiera entender una palabra de lo que está cantando, pero jamás lo conseguirá con música del primer Seiscientos sin dominar absolutamente la expresión del texto a través de la perfecta dicción y el matiz, sin atender a la retórica de cada palabra, que acaba por condicionar el tempo y el ritmo de la música, su flexibilidad, que consiste en cantar, por decirlo en palabras del propio Monteverdi "a tempo del afecto de ánimo, y no al de la mano", esto es, atendiendo a las emociones contenidas en el poema antes que al compás marcado en la partitura.

En este Sueño barroco, Anne Sofie vuelve al siglo XVII, y lo hace desde la madurez absoluta, que muestra ya en el Si dolce è 'l tormento de apertura, que uno puede imaginar más frágil pero no más delicado: la cantante se despoja de todo su arsenal de recursos operísticos y ataca la pieza con voz limpia y emisión naturalísima. Su recorrido es veneciano, pues atiende a Monteverdi y a su alumno y sucesor en los teatros de la ciudad, Cavalli. Del primero se ofrecen, además de la canzonetta de apertura, el lamento de Penélope de Il ritorno d'Ulisse in Patria y los dos hermosísimos dúos de Poppea y Nerón, en los que colabora una excepcional Sandrine Piau. De Cavalli, otro lamento, el de Doriclea y dos fragmentos de La Calisto, entre ellos, el delicioso dúo Dolcissimi baci, también con Piau. Hay además fragmentos instrumentales de otra ópera de Cavalli, Elena. Esenciales en el arte barroco, Von Otter sigue la línea de los lamentos saltando a Roma, donde Luigi Rossi imaginó el de la reina de Suecia, María Leonor de Brandemburgo, a la muerte de su esposa, Gustavo Adolfo II, y luego a Nápoles, donde Francesco Provenzale escribió su parodia, mezclando la torturada tragedia de la reina desconsolada con la chirigota de los ritmos y las burlas callejeras. Al frente de su Cappella Mediterránea, el argentino Leonardo García Alarcón sostiene el canto con plástica elegancia, aportando sugerentes notas de color instrumental.

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