Crítica 'Iron Man 3'

El talón del superhéroe

Iron Man 3. Acción, ciencia-ficción, EEUU, 2013, 130 min. Dirección: Shane Black. Interpretación: Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Guy Pearce, Ben Kingsley, Rebecca Hall, James Badge Dale, Jon Favreau, Stephanie Szostak, William Sadler. Guión: Shane Black y Drew Pearce; basado en los cómics de Jack Kirby, Stan Lee, Don Heck y Larry Lieber. Producción: Kevin Feige. Música: Brian Tyler.

La inspiración sopla donde quiere. A veces una película con pretensiones autoriales es una pomposa estupidez y una película diseñada sólo para hacer caja, y además explotando un filón mil veces explotado, revela talento. Es el caso de la tercera entrega de Iron Man, otra galería de la por lo visto nunca agotada mina Marvel. La clave podría estar en el carácter casi debutante que se da en el guión y la realización. El guión es de Drew Pearce y Shane Black. El segundo es un veterano guionista de éxito y prestigio reconocidos desde los años 80 (Arma letal), pero el primero se enfrenta a su primera incursión en el cine tras una brillante carrera televisiva. Les une haber tratado de forma irónica el tema de los superhéroes, Drew Pearce en la televisiva The Heroics y Shane Black en El último gran héroe que dirigió McTiernan e interpretó Schwarzenegger. Esta coincidencia se refleja en el buen guión de Iron Man 3, en el que el superhéroe se humaniza -moda al parecer imparable- y es tratado con una ironía un tanto ácida que permite a Robert Downey Jr. mostrarse como el buen actor que es -el hombre ha debido sentirse como si al misterioso inquilino de la Bastilla le hubieran permitido quitarse la máscara de hierro-; mientras que los malos se hacen más complejos hasta alcanzar un retorcimiento que exige las dotes interpretativas de un Ben Kingsley, importantísimo activo de la película.

En cuanto al coguionista y director, Shane Black, también, de alguna manera, debuta. Tras su larga carrera como guionista se puso tras la cámara con la extravagante y no exenta de interés Kiss Kiss Bang Bang (también irónica y de título paródico: Kiss Kiss era el nombre del cabaret en el que -¡bang, bang!- matan a Fiona en la bondiana Operación Trueno, para la que John Barry escribió el tema Mr. Kiss Kiss Bang Bang). Aunque esta es la segunda película de Black, a efectos de éxito, aunando buenas críticas e impacto comercial, es como si fuera la primera. Black humaniza el superhéroe, dejándolo tan desnudo como un caracol sin concha, pero sin que deje de ser un absurdo y exagerado personaje de cómic, no convirtiéndolo en un Sigfrido atormentado como ha hecho Nolan con su Batman wagneriano. Se toma en serio la película, que por eso es muy buen cine de efectos y acción, pero no al personaje, ni su tormento, ni sus aventuras. Una opción tan inteligente como relajante cuando hay quienes ven filosofía en Matrix o grandeza trágica en Batman. El melodrama descubrió que los ricos también lloran y el universo de los superhéroes está descubriendo -por pura necesidad: para que el filón no se agote por los dibujitos dan para lo que dan- que estos hombres enfundados en mallas, ocultos tras máscaras de murciélagos o embutidos en armaduras también son vulnerables. Y no me refiero a la kriptonita.

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