Crítica de Música

El triunfo de la Música sobre la guerra

La reflexión sonora sobre la Guerra y la Paz constituía el meollo del programa de este concierto, cuyo centro afectivo era, sin duda, la Leningrado, tanto tiempo sin sonar en el Maestranza. Axelrod (a quien felicitamos por su reciente paternidad) abrió la noche con una versión muy concentrada emocionalmemte del famoso Adagio de Samuel Barber, quizá adoptando un tempo demasiado moroso y suavizando los perfiles de los ataques. En sus manos sonó más como una elegía que como un lamento, si bien ambas perspectivas son igualmente válidas para esta obra de tan intensa emotividad.

Continuando con el homenaje al centenario de Leonard Bernstein, subió a los atriles de la ROSS Halil, un nocturno para flauta y orquesta de cámara compuesto por Bernstein en recuerdo de un flautista (Halil significa flauta en hebreo) israelí fallecido durante la Guerra del Yom Kippur. Andreas Blau fue todo un lujo para una obra como ésta, de reducidas dimensiones. Su sonido preciso, brillante, firme, sin oscilaciones, y su técnica en la resolución de los frulatos y de algún glissando descendente, otorgaron emotividad e intensidad a una obra que juega con los contrastes entre la tonalidad y la atonalidad, algo agudamente remachado por la dirección de Axelrod, tensa en los inicios y delicada en el final.

Fue un auténtico disfrute gozar del sonido de la orquesta en todas sus secciones en la Leningrado, desde unas cuerdas tersas y empastadas al máximo (¡qué bello pasaje lírico de las violas en el Adagio!) a unos metales rutilantes y unas maderas llenas de color. Precisamente esta cuestión, la del color, fue especialmente cuidada por Axelrod, otorgando a su discurso transparencia tímbrica a pesar de la densidad de las texturas. Magnífica su dosificación del famoso crescendo del primer tiempo.

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