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Cultura

La voz de Ángel Leiva (y el eco de los que nunca se rindieron)

  • El CAL celebra mañana un homenaje al autor, que publica una selección de su poesía en Maclein y Parker

"Canto la resistencia de los que nunca llegaron a rendirse del todo", proclama Ángel Leiva en uno de sus últimos textos, perteneciente al libro Canto. El fin de los tiempos, pero esa reivindicación de la dignidad del individuo, esa mirada compasiva y cálida al hermano, prendió siempre en la palabra de un autor que sentenció años antes que su patria era la humanidad. "Mi nación es el hombre", dijo. La publicación de Del amor y la tierra, una selección de su poesía que ha publicado Maclein y Parker, y los 50 años de la edición de su pimer libro -titulado igual que el volumen que llega ahora a las librerías- dan pie a un homenaje a este autor que promueve el Centro Andaluz de las Letras y que se celebrará mañana, a las 20:00, en la Pérgola de la Feria del Libro. Un tributo a un creador que en su larga carrera no sólo se ha entregado a las letras: ha trasladado también a la pintura su universo singular y de acusada expresividad, y ha disfrutado -"no era sólo un trabajo, era una pasión"- enseñando, impartiendo talleres literarios "cuando nadie los daba en este país".

Del amor y la tierrarecoge los libros con los que Leiva (nacido en Tucumán, Argentina, en 1941) se fue dando a conocer en sus comienzos: tras aquella obra homónima de 1967 verían la luz Los cuerpos gloriosos (1970), El pasajero de la locura (1971), Las edades y la muerte (1973) y Cenizas o señales (del mismo año). Además, la publicación incluye tres breves poemarios inéditos hasta la fecha. Leiva ve en la recuperación de antiguos trabajos la ocasión para presentar en su tierra adoptiva una producción "que era inédita aquí, libritos que sólo tenían algunos amigos españoles a los que le traje ejemplares en su momento, cuando vine por primera vez a España por un premio de ensayo que gané".

Entonces no presentía Leiva que acabaría dejando Argentina huyendo de la dictadura, y que habitaría en sus versos "ese dolor de las pérdidas tan machadiano", pero en su reencuentro con aquellos primeros poemas encontró indicios de ese desarraigo. "De jovencito dejé Tucumán y me fui a vivir a Buenos Aires, y allí coincidía con un grupo de exiliados españoles liderado por Rafael Alberti. Supongo que por eso, en mis primeros versos, hablo de un patio andaluz cuando aún no lo conocía".

El exilio, el éxodo, "imágenes como el viento y el desierto" atraviesan una obra teñida también de melancolía, "ese viejo animal que siempre vuelve desde lugares sombríos (...), el polvo seco que duerme en los rincones de un armario", como la define Leiva en unos versos. En sus poemas, emociona ver al hombre que desnuda su ánimo en textos torrenciales y hermosos, escritos "a la manera surrealista, como en una catarsis, como el Aullido de mi compañero de rutas Allen Ginsberg. Yo necesito volcar, decir, vaciarme", reconoce. Pero, lejos de la obviedad, Leiva recurre al amor de los románticos por lo insondable, y dispone una obra tan conmovedora como compleja, "que hay que releer para disfrutar, para hallar nuevas cosas, porque en un libro, en realidad, hay siempre más de un libro".

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