Análisis

Joaquín Aurioles

Universidad de Málaga

Agenda europea 2019

La UE tiene vigentes los mismos problemas que hace un año, pero al menos en este ejercicio ha mostrado firmeza en asuntos como el ‘Brexit’ o el presupuesto italiano

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HACE exactamente un año reflexionábamos en estas mismas páginas sobre el difícil tránsito de la Unión Europea por la crisis iniciada en 2008 y sobre las heridas que todavía permanecían abiertas a finales de 2017. El Brexit era la más sangrante, pero también se mencionaba el ascenso de los radicalismos, el euroescepticismo, la crisis de los refugiados y el tráfico de personas por el Mediterráneo. Había más problemas, pero estos eran los que estaban en el candelero mediático del momento por la enorme presión que ejercían sobre las estructuras internas de la Unión, hasta el punto de contribuir a un clima de abierto enfrentamiento entre sus miembros en cuestiones puntuales. Lejos de avanzar en las soluciones, los problemas mencionados siguen estando, salvo el de la crisis de los refugiados, en igual o peor situación que un año antes, aunque el caótico desarrollo de alguno de ellos, como el Brexit, ha tenido la virtud de permitir una firme postura común frente a la pretensión británica de enmendar el acuerdo alcanzado con tanta dificultad apenas hace unas semanas.

No ha sido la única exhibición de firmeza a lo largo del año. Otra muy reciente fue la férrea posición común frente a la pretensión italiana de saltarse todas las reglas en la confección de sus presupuestos generales para 2019. Finalmente, tuvo que dar su brazo a torcer, pero conviene no dejarse engañar porque las fisuras existen y las desavenencias en el diseño de políticas comunes están garantizadas. Sobre todo, cuando conllevan interferencias en el margen de maniobra de los gobiernos sobre cuestiones domésticas, como pudo apreciarse en la Cumbre Europea del pasado jueves en materia de política migratoria y reforma del euro.

Cuando el 1 de marzo de 2017 la Comisión publicó el Libro Blanco sobre el Futuro de Europa planteó cinco posibles escenarios: a) seguir igual; b) sólo el mercado único (lo que implica renunciar a una posible política migratoria común, o de defensa, o de medio ambiente, etc.); c) una Unión a diferentes velocidades (cada miembro se apunta a los clubs de colaboración que considere oportunos); d) se hacen menos cosas, pero más eficientemente; y e) profundizar en la unión, haciendo más cosas conjuntamente. Cinco vías diferentes pensadas para satisfacer las distintas sensibilidades existentes respecto del futuro de la Unión, salvo las más radicales, directamente partidarias de abandonarla. Las opciones b), c) y d) suponen la quiebra del modelo actual y parecen concebidas para satisfacer las diferentes manifestaciones del euroescepticismo. La opción a) implica inmovilismo y equivale a ignorar las dificultades de acuerdo y cooperación. La opción d) propone renovar los esfuerzos para profundizar en el proyecto porque entiende que los principales problemas están en la indefinición y en la proliferación de obstáculos para avanzar.

El deterioro del liderazgo de Macron por la crisis de los ‘chalecos amarillos’ enturbia el futuro

La última vía es, lógicamente, la preferida por los más europeístas y cobraba fuerza con la llegada de Macron a la presidencia francesa, pero el deterioro de su liderazgo tras el levantamiento de los chalecos amarillos enturbia considerablemente los pronósticos de cara al próximo año. Si la revuelta se extiende por otros países, las opciones radicales ganarán fuerza, sobre todo tras el conflictivo escenario abierto por la irrupción de la extrema derecha en el teatro político en España, aunque sus planteamientos concretos en relación con Europa todavía resulten confusos. La realidad, en todo caso, es que las posiciones radicales y euroescépticas han ganado peso y representación política durante 2018, mientras que los europeístas y los partidos políticos tradicionales se han debilitado.

Pero si las tensiones internas siembran de incertidumbre el futuro de Europa, las externas complican todavía más la situación. En primer lugar, por los efectos colaterales de la guerra comercial entre China y Estados Unidos y por el arrebato proteccionista en este último país. Como consecuencia de ello cabe esperar, por un lado, el reforzamiento del peso del lejano oriente en la economía mundial y, por otro lado, aumento de la inestabilidad geopolítica, con la proyección de Putin como muñidor de acuerdos de alcance internacional en mercados tan particulares el de la energía o las armas.

En segundo lugar, por el vertiginoso aumento del riesgo financiero internacional, como consecuencia del aumento del endeudamiento a nivel mundial. 165 billones de dólares en total, que suponen más del doble del PIB mundial y, por lo tanto, imposible de pagar. Suena a imprudencia incomprensible, tras el varapalo de la crisis financiera internacional, pero conviene tener en cuenta que los protagonistas de la escalada en esta ocasión no están siendo los bancos convencionales, sino los intermediarios financieros no bancarios que, según el BCE, ya se han hecho con el 40% del mercado del crédito en Europa.

El riesgo financiero y un menor crecimiento aconsejan profundizar en el europeísmo

Por último, un escenario de crecimiento mundial a la baja, según el FMI, derivado de la ausencia de fundamentos en el crecimiento económico norteamericano, auspiciado por los efímeros efectos de una rebaja fiscal inconsistente, y por las adversas expectativas para las economías emergentes y sus frágiles monedas, tan vulnerables a las perspectivas de subidas de tipos de interés en Estados Unidos y en la Zona Euro.

La conclusión es que, si bien las circunstancias internas observadas llenan de incertidumbre el futuro de la Unión Europea, los retos que se plantean a nivel mundial desaconsejan las aventuras en solitario. Los cortafuegos han de tener dimensión suficiente para frenar las llamas, lo que ineludiblemente obliga a buscar opciones europeístas, lo más sólidas posible. El problema está en que las cuestiones estratégicas a nivel internacional tienden a ser manipuladas por el populismo irresponsable, pero no pueden ser ignoradas por los gobiernos.

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