Cuando recibí la llamada, no conocía la responsabilidad de lo que se me encomendaba. Quizás aún no sea consciente de ello, pues se me dibuja como una realidad inalcanzable, un encuentro cuya presencia te resulta inefable.

Una comienza a teclear, a escribir historias, a repasar la actualidad social y política y hasta a revisar sus primeras composiciones métricas y, sin embargo, no hay verso que se ajuste, palabra que encaje, metáfora digna.

Horas frente al procesador, un dolor cervical que cada vez se hace más pronunciado. Casi se siente un peso real sobre el cuello, sobre esa parte cercana al diente de axis donde llevo dibujado un lábaro; símbolo de amar hasta el fin de sus consecuencias.

¿Es esa la carga que siento? ¿Cómo describo yo, idea de asombro cobarde, que pesa tanto el Amor que hasta puedo sentirlo?

Él, sencillamente me dice: Sé valiente.

Y encuentro ahí la única revelación que puede abrir este alba: Amor, sé valiente.

Amor, sé valiente, porque has llegado a la ciudad donde el desierto de Israel se tornará Parque de Príncipes.

Amor, sé valiente, porque aquí el vinagre de tus heridas será vino en cualquier unión donde hermanos compartan Tu Nombre.

Amor, sé valiente, porque el maná que diste a tu pueblo aquende se ha hecho caramelo para ornar escaparates.

Amor, sé valiente, porque las glosas de poetas paisanos se anudan a los rezos de tu confinamiento a través del páramo de sílice.

Amor, sé valiente, porque las palmas de ramos con las que te recibieron son hoy las cenizas sobre la que renaces.

Amor, sé valiente, porque en la aridez de Cuarenta días nosotros celebramos Tu Domingo eterno.

Amor, sé valiente, porque asiste Tu Cruz un pueblo que te ama hasta el fin de sus consecuencias.

Amor, sé.

Sencillamente, sé Amor… Porque estás en Sevilla.

"Somos, pues, embajadores de Cristo" .II Corintios 5:20-6:2

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