LAS noches de desenfreno suelen traer consigo consecuencias para las que no se suele estar preparado. Comportamientos desinhibidos que a la mañana siguiente se tornan bochornosos, actos de valentía que resultan catastróficos y pensamientos que finalmente salen de la boca de aquel que en su cabeza los rumia para hacer estallar una guerra. Todo cabe cuando llevamos un par de copas de más.

Recuerdo que no hace mucho, una amiga a la que consideraba del alma se dejó llevar por los efectos del alcohol, se armó de valor y mientras sonaba la última de Ana Guerra nos lo soltó: "Yo es que no os considero mis amigas". Un jarro de agua fría y un completo cortapunto a la fiesta que nos estábamos pegando. Así, sin más, ella decidió tirar por tierra más de 15 años de amistad por motivos que luego -ante una férrea presión- nosotras le hicimos explicar. No hacer viajes, no salir todos los viernes y no ser capaces de comernos un arroz los domingos fueron sus argumentos. Ojiplática, me marché a mi casa a reflexionar sobre tan duras declaraciones. Mi conclusión fue bastante simple, tenemos distintos puntos de vista sobre lo que significa la palabra amistad, aunque creo que la equivocada resulto ser yo.

Los antropólogos siempre han hecho alusión a la capacidad de sociabilización humana basada en una cuestión de supervivencia pura y dura. El hombre de las cavernas era más fuerte en compañía y el hombre del siglo XXI es feliz si comparte su existencia en el mundo con un igual. Si el cavernícola necesitaba de compañeros para luchar contra un mamut, el millennial requiere de toda una cohorte que cual palmeros alaben sin cuestionamiento alguno su paso por el mundo. El millennial, colocado en el centro del universo, necesita de experiencias para vivir constantemente estimulado y no caer en una depresión por falta de sensaciones. Para hacerlo, necesita de otros individuos con las mismas carencias y similar egolatría. Alguien con quien compartir me gustas en Instagram, en definitiva. Porque en tiempos de hiperconectividad constante y a tiempo real, el que no destaca en redes sociales es un fracasado del siglo XXI y no se destaca igual en soledad que colgando una bucólica instantánea con amigas en Punta Cana, aunque luego quieran matarse entre ellas.

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