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Los seis candidatos, en el debate electoral de RTVE

Los seis candidatos, en el debate electoral de RTVE / Antonio Pizarro

En las próximas 24 horas, o poco más, ocurrirán dos cosas relevantes: se publicarán los últimos sondeos y se celebrará el debate decisivo en Canal Sur. En 48 horas, los titulares de la mañana del martes, tras el debate, devolverán a los candidatos a la realidad tras el coaching nocturno de sus asesores diciéndoles que han estado cumbre, en algún caso haciendo como esos entrenadores de boxeo que levantan los brazos a su chico aun a sabiendas de que lo han vapuleado. A partir de ahí, los niveles de desesperación aflorarán inconfundiblemente en los adjetivos y las promesas de una Arcadia feliz. Se iniciará también el agit-prop de los trackings fantasmas para tratar de animar a la tropa desmoralizada a golpe de me pasan datos de una fuente confidencialísima... Moncloa... Génova... la CEOE...: ¡hay partido! El Informe Caritas del jueves –obsérvese, sin acento– delatará más que la prueba del algodón; y el viernes se echará el resto, en los últimos mítines con los líderes nacionales, salvo Feijóo quizá, que pujan para la lectura nacional. El sábado, en la antigualla conocida como jornada de reflexión, habrá memes y legiones de bots en las redes haciendo trabajo sucio mientras los medios mantienen la escrupulosa observancia de las reglas del fair play. Todavía el domingo circularán mensajes de “me ha dicho mi primo, interventor, que se está votando a tope; ¡en su colegio ya no quedan papeletas de...!” hasta el final. Hay un 35% de indecisos por disputarse.

Más de un 20% confiesa que se decidirá esta semana. Otro 5% que se decidirá el sábado, en la jornada de reflexión. Quizá se imaginan a sí mismos como el tipo ese de Rodin exprimiéndose la masa encefálica hasta resolver el dilema, como si el voto fuese el Teorema de Fermat. Y aún hay un 10% que confiesa que resolverá la duda el mismísimo domingo 19J, antes de ir a votar. ¿Qué lleva a alguien a decidir su voto ahí? ¿Que se te derrame la leche y digas hasta aquí hemos llegado, estos se van a enterar? ¿Que tu hija no haya vuelto del after? ¿Que haya un atasco como en Un día de furia? En la volatilidad del multipartidismo, suceden cosas que no sucedían; pero no hay que fantasear de más. El indeciso que duda en votar sobre todo no votará. Pero esta semana es decisiva.

El debate decisivo

El debate de mañana no tendrá el carácter táctico del primero, disputado como el partido de ida en una eliminatoria bajo la regla básica y reservona de evitar un resultado desastroso para llegar con opciones al momento decisivo de la vuelta. Mañana sí se sale a arriesgar. No tanto Juanma Moreno, que siete días antes evitaba el cuerpo a cuerpo con más cintura de avispa que el viejo Cassius Clay para dar una imagen institucional y de solvencia. Le sobraron gráficos para una pedagogía innecesaria.

El presidente es quien menos debe exponer, aunque seguramente se parecerá más al Moreno del tercer tramo, sin transmitir una imagen pacata. Juan Marín estará al quite para golpear, como hizo en su primer asalto con el papel animoso y eficaz de reivindicar la gestión. Juan Espadas, que arrancó con brío pero fue a menos encajando mal los golpes de Olona con La Banda del Guorperfe y del propio Moreno sobre sus treinta años en la Junta, necesita sobre todo ser él mismo. En esta campaña le ha ido pesando, más que la herencia de las cuatro décadas socialistas, haber sido desperfilado durante meses desde Madrid para ser quien no es. Macarena Olona irá al choque con el presidente (¡Olona bumayé!) a buscar votos de frontera, pero se nutrirá de sus mensajes gruesos hacia la izquierda para tentar a la clientela desmotivada. Teresa Rodríguez aprovechará los excesos de Olona, fácilmente caricaturizables, para contragolpear; e Inma Nieto se aferrará a su perfil sin veleidades de comunista de toda la vida, seria y comprometida; un papel inclinado al segundo plano que resulta peligroso cuando eres el rostro menos conocido del cartel.Todo esto es previsible, pero hay margen para alterar el guión. En todo caso, es un formato encorsetado con mucha limitación de tiempo: 17 minutos será todo lo que pueda usar cada candidato; cinco para sanidad, educación e igualdad; cinco para economía, empleo y política fiscal; y cinco para política y desafíos territoriales, financiación, regeneración y pactos, incluyendo la parte activa de su discurso y la parte reactiva de replicar a otros. No sobran las ideas y además falta tiempo para exponer ideas. En el debate es poco probable que los argumentos se impongan a las sensaciones. Lo que realmente busca cada uno se podrá ver enunciado en el minuto inicial y enfocado en el minuto final.

Segunda semana

La segunda semana del 35% de indecisos no se gana con promesas. De hecho, ya hay demasiadas promesas formuladas como para valorar el voto en función de un análisis comparativo de las mejores ofertas. Más allá de alguna tarifa plana, de algún recurso territorial, queda poco en la memoria. Por demás, Kruschev ya advirtió que lo que caracteriza al político no es prometer construir un puente, sino hacerlo incluso donde no hay río. En la tómbola de las promesas –¡para el niño y la niña, oiga!– la clave es la credibilidad. Si no se tiene credibilidad, todo es inútil. A partir de ahí, hay que acertar con lo que pueda llegar al ciudadano, y a menudo es un guiño, un gesto, un tono –cuidado, eso sí, que estas alturas algún candidato ya no sabe cuál es su acento después de impostar todos los registros fonéticos de la comunidad– o una imagen. Estos son los tiempos de la democracia sentimental, más propicios para el homo videns del que hablaba Sartori.

Se busca imagen. Esta semana Moreno fue a ver a la vaca Fadie, talismán de 2018, a falta del Don Ángelo, el puticlub de Faffe ya derribado donde comenzó aquella campaña para retratar la memoria turbia de la corrupción socialista. El PSOE replicó a la foto de la vaca como al comentario de Feijoo sobre el atardecer de San Nicolás. Juan Marín se hizo una foto muy loca en una piscina, y aún está preguntándose si compensó la notoriedad. Teresa Rodríguez emula a la chica que en 1942 fue retratada en Westinghouse enseñando bíceps, cartel publicitario en una empresa que suministraba a la aviación USA en tiempos de guerra... y ya es irónico ver a la candidata de AA, forjada en Rota en el ¡OTAN no, Bases fuera!, usando esa imagen yanqui. Macarena Olona ha abandonado el programa y concibe la campaña como un book de posados y el hashtag del Macarenazo...

Desde 2015, los valores de las campañas tradicionales han ido mutando, metamorfoseando. Con criterios convencionales, es difícil medir el impacto de ciertos mensajes actuales.

El fuego de los candidatos

Dos candidatos interrumpieron la campaña –no confundir con el Gobierno andaluz, al que correspondía estar allí en su responsabilidad de Gobierno– para ir a visitar el puesto de mando avanzado del fuego de Sierra Bermeja. ¿Qué iban a hacer allí? Campaña, obviamente. Olona obtuvo allí otra foto, sentada con jefes del operativo como si necesitara conocer los detalles para aportar sus soluciones. Espadas fue más prudente, pero también más descarado en el uso partidista del fuego en campaña. Inma Nieto, en todo caso, los dejó en evidencia con un tuit demoledor: “Yo no voy a ir al puesto de mando del incendio de Pujerra. La presencia allí de candidatos y candidatas en campaña electoral es un estorbo. Ayer hablé por teléfono con Moreno para que me informase de la situación y seguiré al tanto sin imposturas ni escenificaciones”. Zasca y punto.

Las encuestas y las 'no encuestas'

Entre hoy y mañana se publicarán las últimas encuestas. Es absurdo, pero es así. Hasta ahora ha prevalecido una coincidencia alta en los sondeos, con horquillas de cuatro o cinco votos que acercan o alejan al PP de los 50; que colocan al PSOE por encima o por debajo de los 33 de Susana Díaz; que llevan a Vox sobre los 20 o bajo esa cota; que dan a Por Andalucía más o menos de diez, y a Teresa Rodríguez la hace pelear por tres, como a Ciudadanos, que paradójicamente con esos tres puede tener protagonismo determinante o desaparecer del Parlamento. Muchos +/-.

Está por ver si el CIS lanza un sondeo tendencioso para tratar de alterar el guión de la segunda semana. Es una presunción ganada a golpe de antecedentes, aunque de momento el primer estudio preelectoral no difería de los restantes. Habrá particular atención a Gad3 de Narciso Michavila, aunque no sea justo aplicarle el término gurú. No es por mago por lo que ha ganado crédito. Días atrás, donde Carlos Herrera, no apuntaba un paisaje muy distinto, pero en esos +/- se dirime mucho. Para los descontentos, bastará con el argumento habitual de poner bajo sospecha las encuestas; unos con planteamientos conspiranóicos, otros tirando de sorpresas en el pasado. Una vez conocidos las últimas encuestas, empezará efectivamente otro clásico de la semana final: el juego sucio de las no-encuestas.

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