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Análisis

Juan Ruesga Navarro

La Avenida hoy no se abriría

"Sin la Avenida, muchos de los edificios que hoy definen a Sevilla no existirían"

Con las ideas y valores actuales sobre el patrimonio urbano y arquitectónico, de mantenimiento estricto del callejero y de respeto a los edificios históricos, hoy en día la apertura de la Avenida de la Constitución no sería posible. Como nos cuenta el arquitecto Tejido Jiménez, en su artículo La demolición a gran escala como técnica de intervención urbana. La apertura de la Avenida de la Constitución de Sevilla (1906-1927): "Su ejecución precisó, entre otras demoliciones, del derribo de dos edificios notables del siglo XVI, el antiguo Colegio de Santa María de Jesús -primera sede de la Universidad de Sevilla- y el antiguo Colegio dominico de Santo Tomás. Se confiaba en que la sección (ancho de calle) de la apertura y el porte de las nuevas arquitecturas que surgirían a continuación construirían la deseada Avenida, de la que todavía vive el acceso sur al centro monumental de Sevilla". Y así fue.

Creo que este episodio de la historia urbana de la ciudad nos debe hacer reflexionar sobre la validez y oportunidad de aplicar los criterios actuales para juzgar el pasado. La historia no tiene marcha atrás. Después de la Feria de Abril, el ferrocarril, la apertura de la Plaza Nueva, la construcción del Puente de Isabel II y el Gran Teatro San Fernando en el último tramo del siglo XIX, Sevilla necesitaba un nuevo impulso. Y para ello se pusieron en marcha a principios de siglo pasado múltiples iniciativas de gran importancia, entre las que destacaríamos sin duda la Exposición Iberoamericana que comienza su recorrido en 1910 y el encargo a Forestier en 1911 del Parque de María Luisa. Y las reformas puestas en marcha en el Alcázar y en el Barrio de Santa Cruz siguiendo los criterios del Marqués de la Vega-Inclán.

Con la apertura de la Avenida, se consiguió un acceso de los visitantes de la Exposición a la Catedral, Archivo de Indias y Alcázar. Sin la Avenida muchos de los edificios que hoy definen a Sevilla, no existirían. El Teatro Cine Coliseo de José y Aurelio Gómez Millan, alzado sobre parte del Colegio de Santa María de Jesús. El Edificio Aurora de Antonio Illanes del Río, la sede de Correos obra de Joaquín Otamendi (autor junto con Antonio Palacios del Palacio de Comunicaciones de Madrid), y múltiples edificios de Jose Espiau y Muñoz, Aníbal González y Juan Talavera Heredia. Un auténtico repertorio de la arquitectura regionalista y de los incipientes pasos hacia el Art Decó quedaron para siempre como patrimonio de Sevilla.

Pero no podemos olvidar la ingente y acertada labor para la apertura de la Avenida a lo largo de veinte años del arquitecto municipal José Saéz López, que desde su llegada a Sevilla dejó rastros y memoria de su capacidad. Baste citar tres ejemplos de su trabajo: el edificio de los Juzgados en la calle Almirante Apodaca esquina a Alhóndiga, el Matadero Municipal en la avenida Ramón y Cajal y la restauración y acondicionamiento del Palacio de Lebrija en la calle Cuna. Creo que atesora méritos suficientes para formar parte del Gran Olimpo de los arquitectos sevillanos de su tiempo, junto a los nombres de todos conocidos.

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