Análisis

Roberto Pareja

Ayuso sigue poniendo puertas al campo y el Gobierno rompe la baraja

El virus no da tregua en Madrid mientras la que sellaron el lunes los Gobiernos central y autonómico salta por los aires contraprogramación incluida Moncloa tiene el as en la manga de decretar el estado de alarma en la región quieran o no en la Puerta del Sol  

Ayuso y Sánchez suben las escaleras antes de la reunión.

Ayuso y Sánchez suben las escaleras antes de la reunión. / Efe

La tregua entre el Gobierno central y el de la Comunidad de Madrid no ha durado ni cuatro días, pero el Covid-19 tampoco la da y se sigue propagando descontroladamente por la región, en la que otras ocho áreas sanitarias se sumarán a las que se cerraron el pasado lunes, una medida que sabe a poco en Moncloa, que reclama ya sin disimulo y cierta virulencia a las autoridades madrileñas el confinamiento total para frenar la pandemia.

Así lo había venido pregonando sin explicitarlo en los últimos días el ministro de Sanidad, Salvador Illa, que reclama al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso "determinación", tal como ha vuelto a hacer este viernes compareciendo en rueda de prensa en Moncloa a la vez que lo hacía el viceconsejero madrileño de Sanidad (¿dónde estaba el jefe, rumiando su desacuerdo quizá?) para anunciar las nuevas restricciones; es decir, el  ministro socialista ha contraprogramado al viceconsejero para evidenciar su absoluta disconformidad con las medidas del Ejecutivo que dirige el PP y que sustentan Ciudadanos y Vox en la Puerta del Sol.

Entre Moncloa y Sol están haciendo papilla la unidad de acción política y dejando a los madrileños mirando al dedo que señala a la luna, huérfanos de convicción en que sus esfuerzos servirán de algo y no caerán en saco roto, lo que resulta improbable a la vista del dato que maneja la Universidad Politécnica de que el 86% de los trabajadores que residen en las 37 zonas sanitarias inicialmente semicerradas se mueven por toda la capital y la región para llegar al tajo, con lo que las restricciones de movilidad que se aplican en ciertas zonas suena a ponerle puertas al campo.

Contra el virus no hay atajos y menos en una comunidad como la madrileña, en la que la incidencia del virus es la mayor de España, con 746 contagiados por cada 100.000 habitantes, y con su Gobierno regional urgiendo e implorando la ayuda del Ejército y de las fuerzas de seguridad del Estado.

El armisticio fracasa

El desencuentro es su tónica habitual y suena a trampantojo la paz que firmaron Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso el lunes pasado en la Real Casa de Correos, sede del Ejecutivo autonómico. Ha durado apenas tres días y pico y los buenos deseos que ambos dirigentes expresaron al (semi) enterrar su hacha de guerra entre un mar de banderas se ha perdido en el océano de la lucha partidista entre las gotas de sudor frío de los madrileños. 

Ese "espacio de colaboración" que anunciaron Sánchez y Ayuso entre sus respectivas administraciones suena también a huero y la cooperación, si la hubiera, debe ser completamente asintomática. “Ellos sabrán”, ha declarado a El País "un interlocutor con galones" en el Gobierno de Díaz Ayuso sobre la replicante rueda de prensa al alimón de Illa. “Suponemos que querían tapar lo del Rey”, ha señalado en alusión a la polémica ausencia de Felipe VI en la entrega de despachos judiciales en Barcelona, el otro gran tema informativo del día.

La Comunidad de Madrid ha hecho oídos sordos de las recomendaciones del Ministerio de Sanidad y ha optado por cerrar perimetralmente ocho zonas básicas de salud, con 167.381 habitantes, por lo que serán en total 45 zonas y más de un millón de vecinos el total de afectados por la limitación de la movilidad y la hostelería.

Las nuevas zonas confinadas en la capital son García Noblejas, en el distrito de Ciudad Lineal; Vicálvaro-Artilleros, en el de Vicálvaro; Orcasitas, en el de Usera; y Campo de la Paloma y Rafael Alberti, en el de Puente de Vallecas.

La vuelta de tuerca de cierres perimetrales se extiende extramuros de la capital a Panaderas, en la localidad de Fuenlabrada, y a Miguel Servet y Doctor Trueta, en Alcorcón, ambos municipios al sur de Madrid, la zona más castigada por la pandemia.

Oídos sordos

Illa, invisiblemente enojado durante su rueda de prensa, ha señalado que el Gobierno pidió el jueves a la Comunidad de Madrid que las restricciones se extendieran no solo a las zonas con una incidencia acumulada de 1.000 casos por 100.000 habitantes, sino a toda la ciudad de Madrid y a todos los municipios de la región con una incidencia superior a los 500 positivos por cada 100.000 habitantes.

Sanidad también pidió a la Comunidad de Madrid que se mantenga el permiso de libre circulación de personas en las áreas confinadas, que se prohíba el consumo en barra en los bares en toda la comunidad autónoma, no sólo en las zonas cerradas, y que todas las terrazas limiten su aforo a la mitad. 

Los habitantes de las zonas confinadas se sienten agraviados, particularmente los del sector hostelero, y se suceden las manifestaciones vecinales contras unas restricciones a la movilidad que algunos tachan de clasistas y segregacionistas, a la par que ineficaces para controlar al virus.

El estado de alarma es total y no hay que olvidar que el que tiene la sartén por el mango en última instancia es el Gobierno de la nación. Illa ha insistido este viernes durante su breve comparecencia en la Moncloa en que es la Comunidad de Madrid a quien le corresponde adoptar las medidas, aunque a la vista de sus tenebrosos planteamientos, que auguran que "vienen semanas muy duras" en Madrid, la opción de decretar el estado de alarma está cada minuto que pasa un poco más encima de la mesa.

En las 45 zonas básicas de salud que desde el lunes estarán 'cerradas', no se podrá salir ni entrar salvo para ir a trabajar, a llevar al niño al colegio, ir al médico o motivos esenciales. Dentro de las áreas perimetradas, hay libertad de movimientos y los negocios y restaurantes pueden abrir hasta las 22.00 horas al 50% de su aforo. Eso sí, los parques y jardines están cerrados, una medida que ha tenido una amplia contestación porque los contagios al aire libre son menos probables que en negocios cerrados como los casinos o los bares.

Refriega partidista

El secretario general del PP, Teodoro García Egea, ha acusado al presidente del Gobierno de “estar más preocupado en combatir” al Ejecutivo madrileño que en frenar el coronavirus. “¡Qué poco le dura el consenso a Pedro Sánchez! ¡Qué poco le dura la mano tendida! ¡Qué poco le duran esas ganas de acordar e ir de la mano de las administraciones!”, ha enfatizado en una comparecencia en La Gomera.

La portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, ha acusado por su parte al Gobierno central de querer “entorpecer” las decisiones de la Comunidad de Madrid y dijo que Ayuso, hizo “mal” en fiarse de Sánchez.

El portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, Ángel Gabilondo, ha criticado a su vez que el Gobierno regional haya "desatendido" las recomendaciones del Ejecutivo central y, por contra, adopte medidas de "difícil aplicación y mala gestión".

Ayuso no quiere ni oír hablar del estado de alarma o de un confinamiento total. "No se puede pasar del estado de alarma a la nada y a la ausencia, como ha ocurrido este verano, y de la nada y de la ausencia otra vez al estado de alarma. Tiene que haber una estrategia de país y confianza en las comunidades autónomas para que, en base a nuestra autonomía, según esa estrategia, caminemos juntos", decía la presidenta madrileña en agosto.

El lunes se lo volvió a exponer a Sánchez, que le puso de nuevo sobre la mesa esa hiriente posibilidad de la que el PP ha renegado en el Congreso en las tres últimas prórrogas que solicitó el mando único de Sánchez. La dicotomía entre salud y economía tiene un gran problema: sin la primera nunca funcionará la segunda. Si es factible la viceversa. Lo del pan para hoy y hambre para mañana se está cumpliendo a marchas forzadas en algunas zonas de Madrid, ésas que se siguen resistiendo al confinamiento total. 

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