Con el presupuesto anual de RTVE podríamos financiar un ministerio de Asuntos Exteriores paralelo; nos daría para ocho tramas Gürtel e incluso podríamos pagar los gastos de 125 casas reales. De manera directa le aplicamos cerca de 300 millones de nuestro bolsillo y recibe otro buen tanto similar por la explotación del espacio radioeléctrico que nos rodea.

RTVE es un mastodonte bien gordo y artrítico por lo que siempre será difícil engrasarle las articulaciones para que se mueva en la dirección correcta. Con esta mascota tan grande y remolona es comprensible que el partido del gobierno de turno se sienta dueño de su collar. Durante los recientes años del poderío popular la corporación resaneada por la anterior etapa socialista no ha mejorado en su servicio público e incluso ahora se nos antojan idílicos los Telediarios de Fran Llorente.

Es un cacharro de 7.000 trabajadores y 1.000 millones en gastos que se está externalizando cada vez más, poniendo en duda tan abultada plantilla. Esta RTVE, la nuestra y la de todos, dedica en La 1 casi una hora todos los días a asuntos de las revistas del corazón, tiene varias horas de divulgación parda como La mañana, trufada de sucesos, Centro médico y el colmo de Hora punta. Podrían salvarse España directo o Aquí la Tierra mientras que los informativos y el Canal 24 Horas desprenden un despliegue de medios que no justifica el resultado en antena y las chapuzas de omisiones y ocultaciones. Los fines de semana son un erial de contenidos; por la madrugada y La 2 recalan los reportajes más críticos y la parrilla de la segunda cadena es un batiburrillo de documentales repetidos y bastantes programas más tediosos que interesantes. Nos queda alguna ficción, el servicio del canal infantil (todo dibujos), Clan, o las cadenas de radio, que son perejiles al lado de esas productoras que se lucran por tanto programa prescindible. Una RTVE con déficit de implicación. Hay que tener mucho valor para cambiar de sopetón todo ésto con un consejo numantino del PP.

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