Previsión El tiempo en Sevilla para el Viernes Santo

El Black Friday ya no es lo que era. Tanto copiar las costumbres yanquis para adaptarlas a la sevillana con vocación universal. Ahora el Black Friday es una locura, ya no es un viernes negro como antes, cuando ibas a un espacio mayormente blanco como el Centro Comercial Nervión Plaza, y te ponías las botas para marcar un gol en Zara o en Mango. Gangas a mitad de precio, como si comprara Monchi para revendérselo al Barcelona. Y las colas eran soportables, no como las de ahora. Te sitúas con tu esposa en la cola de Stradivarius o de Oysho, y sabes que has perdido la mañana entera. Por no comprar on line, dicen los listos. ¿Y perder la mañana entera esperando al repartidor? También pasa.

Perder el tiempo es el objetivo colateral del Black Friday. Compras por la mitad un abrigo o unos zapatos, pero tardas el doble de tiempo que un día normal. Estas rebajas fuera de temporada las iniciaron, a su manera, en El Corte Inglés, con la Semana Fantástica y los Ocho días de oro. Y luego llegó el Límite 48 horas, que era como un Black Friday esporádico y chollesco.

Hasta que en Sevilla también se puso de moda el Viernes Negro. Nada que ver con la Semana Santa, que tiene su Viernes Santo de negro con las Tres Caídas de San Isidoro. En las compras del comercio sevillano, lo que han caído son las ventas en los días previos, como parece normal, porque tú no eres tonto, según dicen en Media Markt, y no vas a comprar el martes la misma camisa que el viernes te sale por la mitad. Ni el lunes siguiente tampoco vas a ir, cuando ya terminó la promoción.

Otro ejemplo: resulta difícil vender paraguas. Y no sólo porque no llueve, sino porque en las tiendas de chinos los hay por cinco euros (o menos), y en las tiendas de escandinavos como Tiger también. Los paraguas ya casi se regalan. En periodo de pertinaz sequía se venden poco, principalmente para coger caramelos el 5 de enero.

¿Interesa el Black Friday o no? Se verá en los próximos años. Depende del negocio. Creo que ha llegado para quedarse y estropearse. Como unas rebajas de locura a final de noviembre, una fecha donde la gente estaba tradicionalmente tiesa, y esperando la paguita extra. Ahora, con las tarjetas, eres tu propio árbitro: se enseñan y a la calle. Después vendrán las rebajas y habrá que pagar los excesos en enero.

Es otro indicador para medir el final de la crisis. En el País Vasco ya se han forrado con su cuponazo del Black Friday.

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