Caminando, aunque a tropezones, rumbo a esa nueva normalidad que tanto nos inquieta, el derbi se acerca y, como si no pasara nada, ya los árboles habituales están festoneando el camino. Los árboles a que me refiero tienen mucho que ver con las baladronadas o los comentarios inadecuados, los análisis torticeros y, sobre todo, esa moneda común que es la de que el respondón arrime la candela a su sardina particular.

Se da también en este tiempo vesperal aquel viejo dicho de que quien dice lo que no debe escucha lo que no quiere. Esto entra de lleno en el apartado especial de torpezas que suelen prodigarse como un brindis al sol en busca del aplauso fácil. Quiere decirse que aquellas palabras de Loren hablando de la superioridad que para él tiene su equipo van teniendo contestaciones. Por cierto, algunas de esas respuestas también tienen mucho de brindis a la solanera.

Totalmente de acuerdo con la posición de José María del Nido tirándose espontáneamente al ruedo para decirle al bético que no lleva razón y que el Sevilla está sideralmente alejado del Betis. Para eso sólo basta esgrimir la plata conquistada, mucha de ella bajo su mandato, y los catorce puntos que los separan. Hay otras respuestas que debieran ser menos interesadas y más imparciales que sueltan el tufillo hagiográfico que rara vez baja la guardia haya o no haya pandemia.

Y la verdad es que los árboles que en situaciones de normalidad apenas dejan ver el bosque empiezan a aparecer. Si la normalidad es a la que estábamos acostumbrados, en dos jueves habrá derbi. Dicen que la desertización de la grada favorecerá al Betis, que es el más débil, por lo que la supremacía sevillista, tan apoyada por la mucha plata conquistada, parece clara. Luego pasará lo que pasará, pero pase lo que pase, lo que hay es que rogar al Cielo que haya derbi.