Análisis

Eduardo Martín Clemens

Camino de verdad y vida

Anoche, víspera de la Semana Santa, soñé… Había perdido las llaves del despacho y de la sacristía y me encontraba solo en mi parroquia frente a mi Cristo de las Misericordias. La lámpara encendida del Sagrario indicaba donde se encontraba El Camino, La Verdad y La Vida. Estremecido, con la sensación de estar tocando el cielo, se me vino a la cabeza Francisco "el rescatador" y percibí una Iglesia pobre con y para los pobres que no mermaba doctrina ni moral sino que ensanchaba y anteponía la misericordia de Dios y se involucraba con el pueblo al que se entregaba desde el servicio de la caridad.

El capítulo IV de la Evangelii Gaudium toca este tema de la inclusión de los pobres y al que no puede renunciar la Iglesia. La opción por los pobres no es optativa sino troncal en la vida del cristiano.

Este deseo de una Iglesia pobre y para los pobres compromete la credibilidad de toda acción evangelizadora y, para nosotros, el mismo Papa es un espejo, tanto en sus gestos como en su comportamiento. Es ahí donde la Iglesia se hace propuesta innegociable porque no parte de un optimismo populista sino del mismo mandato de su fundador Jesucristo ante el que toda ideología queda eclipsada por el alcance de una preferencia que nos recuerda el mandamiento del amor y servicio.

No se inventa nada ni se aparta un ápice de la santa tradición. Presenta el Evangelio con un lenguaje y términos nuevos como regalo desde la Sede de Pedro a hombres y mujeres en todas sus situaciones. Volví del sueño con el canto del Hosanna que anunciaba la procesión de Palmas. Salí a la calle y al ver el entorno quise seguir soñando sabedor de que son sueños posibles y urgentes y que por ahí quiere respirar nuestra Iglesia diocesana más confiada en la fuerza del Espíritu que en la debilidad de sus miembros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios