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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Análisis

José María Carnero Salvador

Hermano mayor del Calvario

Ceniza

LOS hermanos intentan guardar las distancias y acudir diligentes, de forma veloz, a su sitio. El aforo apremia. Los viejos bancos de la Real Parroquia están marcados por unas pegatinas que indican dónde poder sentarse. Fuera, la calle está triste y vacía como ocurre desde hace ya muchos meses a esta hora.

Comienza la procesión de entrada, se alza la cruz y rápidamente se divisan los acólitos, con mascarilla, sotana negra, roquete blanco. Suena el órgano y comienza el coro. Se desarrollan las lecturas, la homilía y se reciben nuevos hermanos. Se impone, al fin, la ceniza. Nuevo rito corrompido por la pandemia. Llega la comunión, suenan las coplas. Los cientos y cientos de velas que se arremolinan entre San Juan y la Santísima Virgen, parecen entonces acomodarse para el espectáculo. Dulcísimo Cordero, divino redentor…

Desde hoy, cuarenta días hasta la Semana Santa. Difícil asimilarlo. La Semana Santa recoge el más hondo sentimiento del sevillano. Nada puede igualarse. Pese a los múltiples pregones, artículos o exaltaciones, no puede describirse con palabras. Se transmite con recuerdos, vivencias y con la piel. Sí, con la piel. La piel de la mano anciana que recoge la del nieto en las sillas de la carrera oficial para llevarlo un momentito a la primera fila. La mano que entrega un caramelo tras un antifaz. Las manos adolescentes que se tocan por primera vez viendo la cofradía de vuelta por el barrio.

La mano que en las próximas noches debía comenzar a fundir la cera, apretar la tuerca que fija el perno de la candelaria o limpiar la plata escuchando la radio en noches interminables. La mano que entrega la papeleta de sitio un año más –y van más de sesenta– al viejo nazareno que se agarra a la manigueta de su Cristo al mismo tiempo que se agarra a esta vida. La mano que toca la flauta o aprieta con esfuerzo la trabajadera. La dulce mano de una madre –esta es la mejor– que plancha túnicas, cose escudos y sobre todo ejemplifica el amor de María mejor que nadie.

La mano que abre el portón de Bailén para que entre el nazareno de ruan a las dos de la mañana. La que tira de la cuerda para subirlo hasta el monte de caoba el Sábado de Pasión. La que sube el cirial, mueve el incensario y golpea la pértiga entre ropones negros y burdeos. La mano del muñidor que anuncia lo que nadie quiere ver, salvo que sea por Doña Maria Coronel. La mano que agarra bien la cruz, por la cruceta, de tres en tres, siempre tras su estela.La mano también que hoy nos impondrá la ceniza… ceniza que nos llevará a cuarenta días robados con violencia al corazón. También esto se transmite y endurecerá nuestra piel, sin duda. Todo amor y piedad… Terminan las coplas, termina un día más del quinario. Un día menos para que todo se acabe. Un día menos para que Paco, nuestro secretario, y tantos y tantos otros, salgan de la UCI de un hospital de la mano de nuestras oraciones. Ánimo a todos.

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