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Análisis

Carmen Pérez

Christine Lagarde: se admiten ideas

Todo apuntaba a que en la sesión de ayer del Consejo de Gobierno del BCE, liderado por Christine Lagarde, no se iba a mover nada. Aunque hay signos de estabilización en la economía de la Eurozona, persiste la debilidad del sector manufacturero. En cuanto a los riesgos, algunos -guerra EEUU y China o Brexit- están sólo anestesiados y ahora además puede abrirse un nuevo foco de tensión entre EEUU y la Unión Europea. Y respecto a la inflación, aunque las expectativas permanecen en niveles bajos, recientemente se han estabilizado o se han incrementado ligeramente. No obstante, para que pudiera darse un giro en la política monetaria el repunte de la economía debería ser claro y significativo, así que han decidido que a esperar y ver, dejando simplemente que prosiga el plan que dejó Draghi antes de marcharse.

Mientras, están dispuestos a replanteárselo todo. El equipo actual es más inexperto, con muchos recién llegados o con poco tiempo aún en los cargos, y quizás por eso es más osado. Ayer dieron inicio a la revisión estratégica de la política monetaria que ya Lagarde anunciara en su primera intervención en diciembre. La presidenta entonces manifestó que "cada piedra debe ser removida, cada opción tendrá que ser examinada". Ayer lo confirmó: "Vamos a revisar una gran cantidad de problemas…".

Pretenden un análisis exhaustivo y con apertura de miras. Desde el principio de su mandato ha pedido ayuda, quiere escuchar para que el BCE "no sólo esté predicando el evangelio que creemos que dominamos". Y ha apelado a todos: políticos, académicos, legisladores, economistas y a la gente corriente. Quiere ideas fundamentalmente respecto al objetivo de la entidad. En 2003 se definió el objetivo de inflación "por debajo pero cerca del 2%", pero tras los cambios radicales experimentados en la economía global procede sopesarlo. También requiere de ideas que ayuden a comprender la inflación o a repensar la forma de medirla; ideas sobre los instrumentos para cuantificar la marcha de la economía o para desarrollar la política monetaria; ideas sobre los efectos secundarios de los tipos negativos o sobre si debe priorizarse la estabilidad financiera… Si se desmenuzaran los epígrafes a revisar, la lista sería larga.

Y un asunto destaca por conflictivo. Lagarde lo anticipó ayer: "Sobre el cambio climático, sé que tendremos un debate sobre si debería ser el papel de los bancos centrales. También soy consciente del peligro de no hacer nada". Habrá que ir viendo pero en principio hacer del cambio climático un objetivo de política monetaria parece un tremendo error, una novelería insensata. La independencia del banco central exige que no se interfiera en su acción pero también actúa en sentido contrario, y este es un tema político claro. Además, ¿cómo sería esa política monetaria verde?, ¿no sería un impuesto encubierto al carbono si se diera preferencia en las compras a los bonos verdes?, ¿penalizaría sin comprar sus bonos soberanos a países menos vinculados al cambio climático?; y si dejara de comprar activos, ¿cómo se abordaría el objetivo?... El proceso de revisión concluirá antes del final de 2020, así que nos vamos a pasar todo el año pensando.

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