Cofraude m.s. Neologismo, resultado de unir fraude y cofrade, cuyo significado remite a la utilización política de la Semana Santa. El cofraude no es un fenómeno nuevo: siempre se ha dado el caso del candidato a loquesea, el alcalde omnipresente o el consejero de turno que de repente descubre sus hondas raíces cofrades al llegar a un cargo público. Como aquello de Saulo camino de Damasco. Por primera vez, sin embargo, este año coincide la Semana Santa con una campaña electoral, doble semana de pasiones cofrades y políticas que es la tormenta perfecta para el cofraude masivo. Las caravanas electorales van a reconducir su procesión para hacer estación de penitencia donde haya más cámaras de los medios. Algunas cofradías, como Mena en Málaga, se han negado a que los políticos les monten un cristo, como ya sucedió el año anterior con cuatro ministros y varios altos cargos entonando el novio de la muerte como si vinieran de tomar el Monte Gurugú. Hay políticos, sin embargo, que pertenecían a una cofradía con anterioridad, como Pablo Casado en Estudiantes (Ávila). Que Pablo Casado, precisamente Casado, fuese de Estudiantes no deja de ser revelador: quizá buscaba un milagro para sacar el máster, antes de encontrar el atajo. Alberto Garzón era hermano del Rescate… y después llegó Draghi. Los caminos del Señor son inescrutables.

DE-VOTO m.s. Político de gran devoción cofrade movida por el interés electoralista. El político no devoto sino de voto es el clásico cofraude en año electoral. Cuando se trata de captar la atención del votante, la Semana Santa proporciona un caldo de cultivo óptimo con miles de almas en la calle bajo un clima emocional. Los cofrades ya saben que este año nos les libra de la política… ni Dios.

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