Análisis

Julio Lorca

Director de Desarrollo Salud Digital en DKV Salud

Controlando la latencia tumoral

La manipulación de los mecanismos utilizados por las células tumorales para su propia autoprotección permitirá pronto incrementar la eficacia de las terapias inmunológicas

El español Jose Javier Bravo-Cordero ha publicado en Nature Cancer los avances de su grupo del Mount Sinaí neoyorkino.

El español Jose Javier Bravo-Cordero ha publicado en Nature Cancer los avances de su grupo del Mount Sinaí neoyorkino. / Archivo

Todos los seres vivos estamos conformados por células. En los más avanzados, durante el desarrollo embrionario, y una vez especializadas funcionalmente, los conjuntos celulares se van agrupando a modo de LEGO, hasta componer tejidos y órganos que culminan finalmente en las individualidades que representan las distintas especies de plantas o animales.

En el ser humano contamos con unos 200 tipos diferentes, si bien todas ellas derivan de una única célula madre primaria: el óvulo materno fecundado. El genoma albergado en su núcleo es la resultante de la unión del ADN materno y paterno y contiene las instrucciones que rigen cada ciclo vital. A partir de la referida célula primaria, mediante divisiones celulares sucesivas, y cada vez más diferenciadas, las nuevas células madre originarias se va transformando en células musculares, óseas o neuronales. Es también el referido genoma el que da las órdenes precisas para que se creen las proteínas necesarias para dar soporte al conjunto de estructuras creadas (especialmente en forma de colágeno); o actuando como catalizadores de múltiples acciones (en forma de enzimas u hormonas). Incluso cuando algo falla, este “centro de mando” se ocupa de activar los recursos necesarios para reparar cualquier tipo de daño. Y eso ocurre a diario con total normalidad.

En diversas ocasiones hemos hablado de la importancia del material genético, y del potencial de su manipulación, pero cada vez parece tener más importancia esa especie de malla tridimensional protectora compuesta fundamentalmente por colágeno a la que nos hemos referido antes , y que se encuentra entre las propias células. Y es que parece tener una enorme importancia en la forma en que se comportan las células cancerosas. Esta estructura conocida como matriz extracelular o MEC, además de sujeción, canaliza la inervación y la nutrición necesaria y alberga los procesos de respuesta defensiva y regeneración vascular y tisular; todo ello requerido para el correcto funcionamiento de tan sofisticada maquinaria.

Cuando a pesar de la tremenda perfección alcanzada por los mecanismos de control o reparación, alguna célula cancerosa “se escapa”, comienza un proceso evolutivo que no conocemos en su totalidad. Tales células “rebeldes” comienzan a actuar al margen del propio organismo que las alberga, imponiendo sus propias reglas. Por ejemplo, comienzan a manipular las sustancias que las rodean, creando su propia cubierta protectora, para impedir que el sistema inmunitario las pueda eliminar.

Uno de los retos de las terapias tumorales actuales, es precisamente romper esas defensas. Y no siempre se consigue de forma completa. Así, en ciertas ocasiones, esos pequeños cúmulos tumorales escapan de su ubicación primaria y se diseminan a distintas zonas del cuerpo en forma de metástasis. En tales lugares pueden permanecer dormidas, meses o años, hasta que un mal día, recuperan su actividad y comienzan a proliferar. Ahora bien, lo que se acaba de descubrir es que aquella misma cubierta protectora que habían creado para defenderse, puede ser la responsable de que durante un tiempo permanezcan inactivas en lo que se ha denominado estado de latencia. En ello trabaja el español Jose Javier Bravo-Cordero. Hace unos días publicaba en la prestigiosa revista Nature Cancer los avances de su grupo de investigación del Mount Sinaí neoyorkino. Parece que la clave está en que las células tumorales activan la unión de una de las formas de Colágeno (el tipo III), de la referida matriz extracelular, con otra proteína llamada DDR1 y que es la que genera la señal necesaria (STAT1) para inducir y mantener la referida latencia. Bravo-Cordero ha demostrado experimentalmente, que añadiendo este tipo de colágeno a células tumorales, se puede aumentar el tiempo de latencia o de inactividad tumoral. Es decir, la manipulación de estos mecanismos podría permitir bloquear de forma indefinida la reactivación tumoral de las metástasis, transformando muchos tipos de cáncer en nuevas formas de enfermedad crónica no mortal. Ahí es nada.

En LSQV, la manipulación de los mecanismos utilizados por las células tumorales para su propia autoprotección, permitirá incrementar la eficacia de las terapias inmunológicas, antes de que se produzca la diseminación, o por el contrario reforzar los mismos cuando ya se hayan producido las metástasis, como forma de mantener el estado de latencia tumoral, transformando el cáncer metastásico en una mera enfermedad crónica.

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