La adaptación española de Be my guest ya está aquí. La voz en off de la periodista María Gómez en Bienvenidos a mi hotel, desde esta semana en las sobremesas de Cuatro, es uno de los alicientes de este concurso al estilo de Ven a cenar conmigo en el que los alojamientos rurales de España abren sus puertas para acoger a los huéspedes más exigentes. Gómez, que formó parte del equipo de Mediaset para en el Mundial de Rusia, volverá a verse las caras con el Zapeando de La Sexta en lo que a programación se refiere, pues ya ocupó esa franja durante su etapa en Dani y Flo.

Con una mecánica similar a la competición de anfitriones en una cena, en este formato cuatro parejas de propietarios compiten por demostrar que la casa rural que poseen es la mejor de todas. En él se dan a conocer dueños de hoteles que han transformado su hogar en un lugar donde se pueda hospedar cualquier persona. Lo mejor de todo, el concurso. Las cuatro parejas de propietarios visitan y juzgan el hotel de sus compañeros según cinco criterios: hospitalidad, el entorno de la casa, comidas y actividades, limpieza y equipamiento y, por último, la relación calidad-precio del hospedaje. Un programa que interesa, informa y entretiene a partes iguales.

La oportunidad de dar visibilizar el encanto de cada hotel y, sobre todo, a la tierra en la que se ubica son, ya de por sí, motivos de sobra para apuntarse en el casting y participar en este espacio. De hecho, va más allá del mero reality show de visita de hoteles, mostrando emociones, sentimientos a flor de piel. Los propietarios interactúan y se hacen duras críticas -algunas constructivas, otras no tanto, como ocurre casi siempre en este tipo de formato-, pero siempre con mucha intensidad, por ello sorprende y gusta a un público tan variado.

Tras una primera entrega el lunes en Vigo, el martes el programa se puso surfero viajando hasta el Gijón Surf Hostel, un hostal de inspiración surfera regentado por dos asturianos, Álex y Álvaro, que hacen de las olas y de la gastronomía asturiana su modus vivendi. Tras recibir a sus contrincantes con un culín de sidra, los gijoneses les explicaron que, lejos de las comodidades clásicas de los hoteles tradicionales, tendrían que compartir habitación y baño, y dormir en literas. Aspectos que no fueron bien recibidos por todos los participantes. Quitarse los zapatos al entrar en el hostal fue otro de los momentos incómodos para algunos de los concursantes, que no acababan de adaptarse al estilo del establecimiento. Al final de cada semana se da a conocer cuál es la pareja ganadora de 3.000 euros. Una competición reñida en un programa que ilustra y se pasa en un momento.

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