Análisis

JOSÉ Mª O´KEAN

Catedrático de Economía Universidad Pablo de Olavide

Covid-19, E3 y E2.5

La situación actual nos sumerge aún más en el espacio digital incluso a los menos entusiastas de las tecnologías y las empresas ya se dan cuenta de que es el nuevo marco económico

Covid-19, E3 y E2.5

Covid-19, E3 y E2.5

LO sé. Discúlpenme por el extraño título de este artículo, pero en estos días todo es extraño.

Esto de estar encerrados en casa origina ideas raras, quizás porque incluso antes de esta crisis de Cv-19 ya éramos gente rara y ahora lo vamos a ser aún más.

Hemos cambiado mucho en las últimas décadas. Antes éramos más normales. Vivíamos en una sociedad muy estructurada donde el ascenso económico y social era difícil y el estatus de nuestros padres marcaba lo que íbamos a ser en la vida. Después llegó la modernidad. Mayo del 68 del siglo pasado marcó el inicio de una sociedad más abierta, con más opciones, con una promesa nítida de que el futuro iba a ser mejor que el pasado y, así, abordamos el cambio de era, desde la sociedad conservadora a la sociedad moderna, con optimismo y un cierto desprecio inconformista por el pasado, por lo antiguo.

Pero las promesas no se cumplieron. Aquellas mejoras y utopías no se alcanzaron, el cielo no se alcanzó al asalto y fuimos perdiendo la fe en la modernidad y empezamos a ser más críticos con todo y mostrar nuestro propio malestar interior. El escepticismo nos fue invadiendo y entramos en una nueva era. La postmodernidad había llegado.

Una década después apareció una concepción distinta, más amplia. Una sociedad global edificada sobre una revolución tecnológica que nos conectaba a todos a cualquier hora, en cualquier lugar, sin diferencias culturales o quizás mezclándolo todo. Había surgido el mundo de Internet. Y empezamos a confundirnos. Demasiada información, demasiadas visiones, demasiadas tendencias.  Pero la globalización nos permitió abrir nuestra percepción de la sociedad en la que vivíamos. Una sociedad que se fue haciendo más ancha y en la que, a través de Internet, empezamos a conectarnos y a mostrar en tiempo real quiénes somos o, quizás, quienes nos gustaría ser o, quizás, cómo nos gustaría que nos vieran los demás. Empezamos a vernos a nosotros mismos y, posiblemente porque no nos gustó mucho nuestra propia imagen ante el espejo, empezamos a pensar en crear una imagen alternativa, un avatar.

De forma suavemente invasiva el espacio digital, el E3, se fue metiendo en nuestras vidas y nosotros en él. Antes, habíamos vivido entre el E1 y preferentemente en el E2. El E1, el campo, el mar, siempre nos han dado la paz en nuestra vida y recurrimos a la naturaleza cuando estamos de vacaciones o de fin de semana, nosotros mismos somos pura naturaleza. Sin embargo, desde la Revolución Industrial, el E2, la ciudad, ha sido nuestro espacio de vida. Hemos aprendido a combinar en el E2 el trabajo con el placer de pasear, ir a un restaurante a cenar con los amigos, salir de compras o ir a un concierto o a un partido de futbol. Y así, nuestra vida ha transcurrido, muchos años, entre el E1 y el E2 con un relativo equilibrio que se rompe con frecuencia si vives en una gran ciudad de interior que te expulsa el fin de semana al campo o a la playa.

Sin embargo, el E3, el espacio digital, ha roto este equilibrio generando un nuevo entorno donde contactar con la familia y los amigos, comprar cualquier cosa, elegir el restaurante para cenar, asistir a cualquier evento en cualquier parte del mundo en interactuar por las redes sociales con otros asistentes, estudiar, jugar, trabajar desde casa o incluso buscar pareja.

Si éramos posmodernos, el espacio digital nos ha brindado una opción donde desarrollar nuestra actividad y modelar nuestra personalidad, donde confrontar nuestro escepticismo y, como consecuencia, hemos buscado un nuevo referente en el que anclar todas nuestras inquietudes e insatisfacciones. Y lo hemos encontrado, el nuevo referente somos nosotros mismos. Hemos pasado de la sociedad postmoderna a la sociedad hipermoderna que se caracteriza por el hiperindividualismo de sus integrantes. Sólo nos interesan nuestras cosas y nos gusta compartirlas, mostrarlas en el universo de la web donde pensamos que todos nos observan y nos aprueban con sus “likes”. Las manifestamos a través del avatar que hemos creado de nosotros mismos por medios de Facebook, Instagram, Linkedin, Twitter... Y así nos hemos ido sumergiendo en el E3, cada vez más, compartiéndolo con el E1 y el E2 cada vez menos y esto nos ha ido haciendo cada vez más raros.

A veces nuestra vida en el E3 es tan intensa que nos desequilibra, nos hace perder las referencias de nuestra vida de antes, algo que los más jóvenes no tienen, y entonces hemos buscado una salida, un escape para evitar perdernos a nosotros mismos y esta válvula de escape, de recuperación de nuestra tradición se llama turismo. El turismo se ha convertido en una necesidad, en un intento a la desesperada de encontramos en el E1 o el E2. Pero no ha sido para alcanzar la paz con nosotros mismos sino para hacernos un selfi y colgar la foto en nuestras redes sociales para que toda la humanidad pueda ver lo que hacemos ese fin de semana. Si éramos hiperindividualistas al extremo el E3 nos lo ha potenciado sin limitación.

Gente rara. Y ahora el Cv-19. Lo que nos faltaba… 

A falta de antivirales y vacunas hemos optado por el confinamiento. “Quédate en casa”. Y así, ha surgido un nuevo espacio, el E2.5, a medias entre el E2 y el E3 ha surgido un espacio nuevo, conocido, añorado y puede que peligroso: mi casa.

Una cosa es que siempre deseemos llegar a nuestra casa y otra que no nos dejen salir de ella. Pero esta vez mi casa no es como antes. Es un espacio intermedio que nos permite seguir interactuando en el espacio digital. ¿Cómo hubiera sido el confinamiento sin internet? La situación actual nos ha sumergido aún más en el espacio digital incluso a los menos entusiastas de las tecnologías. Ya las empresas se han tenido que dar cuenta de que el E3 es definitivamente el nuevo espacio económico y hemos observado, incrédulos, que un virus en el espacio digital nos causa menos problemas que un virus en el E2. El espacio digital y mi casa son más seguros. Ahora veo a mis semejantes como potenciales transmisores de los que debo resguardarme y cuando me los cruzo por la calle o hablo con ellos no sé siquiera si sonríen detrás de la mascarilla.

¿Cómo seremos cuando podamos salir al E2? ¿Nos seguirá gustando ir de copas a sitios masificados, a partidos de futbol, a conciertos, a restaurantes, salir de compra, hacer turismo en un trasatlántico, estaremos tranquilos en un avión? ¿Cómo seremos? Puede que volvamos a nuestra vida de antes, será poco a poco, y que nuestra mente olvide, como hace siempre, los recuerdos que nos hacen daño. Pero es posible que al volver al E2, nos resulte más reconfortante el nexo entre mi casa y el espacio digital e intensifiquemos nuestra vida entre el E3 y el E2.5. Puede que nos hagamos más antisociales, más introvertidos, más caseros y que prefiramos la relación entre nuestros avatares. Sea como fuere, seguiremos siendo gente rara. Cada vez más rara.

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