Análisis

francisco andrés gallardo

Criadas

'The handmaid's tale' es una incómoda reflexión sobre las concepciones sociales

La alienación moral y física de las mujeres tiene su parábola máxima en El cuento de la criada, la premiada serie de Hulu The handmaid's tale, cuya segunda temporada se estrena mañana en HBO. La primera tanda se atenía a la adaptación literaria de la escritora Margaret Atwood, creadora en el meridiano de los años 80, con Reagan, de este distópico mundo de Gilead, la involución de Estados Unidos en un país fascista y ultraclasista de un mundo degradado en el que las mujeres quedan anuladas en pro de un desarrollo demográfico. Una pesadilla incisiva en una opresión colectiva sutil. Un Black Mirror a lo grande.

Elisabeth Moss encarna a la esclava uterina que protagoniza el relato y que en una segunda temporada se expande en un universo narrativo más amplio con los campos de concentración para estériles y opositores a la "normalidad" impuesta en Gilead.

El cuento de la criada es también una incómoda reflexión sobre las concepciones sociales de lo que concebimos como "lo normal" o lo transgresor o ilegal según pérfidas formas de influir o más bien de imponer. En este siglo tan fake esta serie se convierte en un espejo deformado que nos hace cuestionar hacia el destino que nos lleva toda esta 'multinacionalización' de nuestras vidas.

La laxitud de las normas de la convivencia se pone sobre la mesa de las criadas violadas donde cualquier persona puede ser cosificada por la decisión de una élite (lo que, bueno, ha sido la norma de la humanidad). La libertad y la igualdad, y todo lo que obliga a luchar constantemente por ellas, flota como moraleja continua en The handmaid's tale.

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