Domingo de Resurrección... electoral. Y de andalufobia

Juanma Moreno, con Juan Marín y Juan Bravo en el Parlamento

Juanma Moreno, con Juan Marín y Juan Bravo en el Parlamento / José Manuel Vidal / Efe

Fin de la tregua de pascua para exprimir la reflexión electoral; es el momento. El adelanto ha sido muy meditado por el presidente andaluz, hasta llevarse la decisión a las ocho horas como portador de su Cristo de la Exaltación: De pofundis clamavi ad Te, Domine... Cosas que sólo se pueden entender en Andalucía y en Semana Santa. Pero es un temor lógico. Juanma Moreno siempre ha predicado la virtud de agotar, y eso es noviembre, como siempre ha recelado del adelanto, tanto más después del último batacazo de Susana Díaz, abandonada por su electorado en un adelanto de cuatro meses, de marzo de 2019 a diciembre de 2018, por temor a que la moción de Sánchez aliado con indepes y hasta Bildu redujera sus opciones. Nadie contaba con Vox entonces. Ahora es una clave de la ecuación.

Tras la Semana Santa, que tiene mucho de fenómeno andaluz, aunque cada lugar tenga la suya, se desencadena el calendario de ferias y fiestas de primavera, desde el pescaíto en Sevilla el 30 abril al Corpus de Granada para el 16 de junio, aunque la fiesta se extenderá hasta el 18, y por ahí estará Jerez en la segunda de mayo, después la Feria de Nuestra Señora de la Salud en Córdoba, y el fin de semana de Pentecostés será el Rocío, en la madrugada del 6 de junio, y entretanto Carnavales en Cádiz del pregón del sábado 4 al 12. Ningún domingo de junio es una fecha clara, porque además cuentan otros factores como el fin del curso escolar, las oposiciones docentes y la playa.

A pesar de todo, sin un domingo claro, hay demasiados incentivos para adelantar. Frente al relato político de ir hasta el final en otoño, se impone el relato económico de adelantar unos meses para hacer presupuestos en fecha. Hay que limitar al máximo las cuentas prorrogadas en un escenario inflacionista. Tiene sentido, y es lo esencial en la decisión. Por añadidura, incluso el CIS certifica que el riesgo para la marca PP ha pasado y ahora, de hecho,  cotiza más al alza una vez renovado el liderazgo con Feijóo tras el descalzaperros de García Egea y Ayuso. Nada garantiza el resultado, pero junio es la apuesta racional, aunque no haya un domingo perfecto.

Después quedan otros temores: Vox, sobre todo. Por sintetizar: ¿Moreno disfrutará un Ayuso o padecerá un Mañueco? Las estrategias de todos ahora se enfocan ahí: el PP busca sumar más que la izquierda para gobernar en solitario evitando la dependencia; y los demás, tratan de evitarlo. Vox busca su máximo con viento de cola en las encuestas; y el PSOE, como en Castilla y León, trabaja con el mismo objetivo de polarizar para favorecer a Vox, lo que debilitará al PP en la próxima legislatura (que Juan Espadas considera la suya) y para las generales (es el plan de Moncloa del equipo de Pedro Sánchez). Si el PP suma más votos que la izquierda, eso sí, podría gobernar en solitario.

El presidente ya sabe que echará de menos el Gobierno PP-C’s, tal vez la mejor experiencia de coalición que se haya dado nunca en España, pero una vez más con premio sólo para la mitad. Ciudadanos pasará de 21 escaños, con apenas 90.000 votos menos que el PP, a una representación casi testimonial. La incorporación aislada de Juan Marín, para dar una continuidad simbólica, está descartada por él mismo. Y aunque Marín tiende a refutar también las listas conjuntas, Edmundo Bal no se cierra a la coalición, de aquí a las municipales del año próximo, y recuerda que estatutariamente es una decisión que toma la dirección nacional. Bal defiende que hay que buscar el mejor modo de rentabilizar “un Gobierno de éxito”. Su mensaje es obvio: Ciudadanos no puede afrontar esto con las gónadas sino con las neuronas.

Bal seguramente no pensaba en Juan Marín. O quizá sí. El vicepresidente esta semana se cruzó con Espadas, en Granada, y elogió su talante dialogante: “las personas que escuchan son un tesoro”. Ahí es nada, ¡un tesoro! Ciertamente no es la primera vez que ha elogiado el buen talante de Espadas, pero antes era para dejar en evidencia a Susana Díaz  (el famoso “¿Contra quién va ese elogio?” unamuniano), pero ahora sorprendía con ese guiño al líder socialista en un momento delicado. Juan Espadas aprovechó esa fotografía, tan oportuna, para responderle que había sido un encuentro “muy revelador”, en lo que parecía una seña de cara al relato electoral. Muchos en el entorno de Marín no entienden algunos de sus gestos de un tiempo a esta parte.

En Vox sí que confían en lograr objetivos, aunque vuelvan a dudar de la candidatura de Macarena Olona. No da un conocimiento muy alto, ni al partido le persuade perder su principal activo en el Congreso. PP y Vox parecen empezar a creer que a los dos les convendría algo como Castilla y León si gobiernan juntos: un vicepresidente sin competencias, para la galería, y carteras técnicas que no afecten al discurso nacional de Abascal y los suyos. Hay quien cuenta que Vox está ya planteando un perfil light que pasaría por la malagueña Patricia Rueda. Todo es volátil aún.

En el PSOE creen que su mejor apuesta ahora no es Juan Espadas sino el fracaso del PP en gobernar sin VOX. Moreno parece un dirigente más cercano a la socialdemocracia que al conservadurismo, si bien más liberal en la gestión económica, pero Vox lo centrifugaría despejando el centro por el que aquí quiere competir el PSOE. Espadas deja abierta la opción de prestar sus votos a Moreno para un cordón sanitario a Vox, pero eso sólo será si Sánchez da el OK desde Madrid. De momento, la estrategia del PSOE es ¡que viene la ultraderecha de la mano de Moreno! Necesitan a Vox ahí para denunciar que Vox está ahí.

Para el PSOE, además, no hay  espacio a su izquierda que sirva para ensanchar sus posibilidades.  A la visibilidad insuficiente de su elenco, se le suma la incapacidad para vertebrar una oferta ahí. Esta semana, en un episodio más de su inagotable capacidad para fragmentarse, se anunció una reunión de todas las izquierdas en la que no estaban todas las izquierdas, con un comunicado de información final sin facilitar esa información. El Frente Estrecho no acaba de ampliarse. Esperanza Gómez, por Más País, fue hiriente; y Teresa Rodríguez lleva tiempo con estrategia propia, apoyándose en  su notable capacidad comunicativa.

A partir del martes, presumiblemente, todo esto se materializará en una precampaña larga con Vox como referencia dominante. Elías Bendodo marcó territorio enfatizando que en el duelo Macron-Le Pen, ellos apoyan Macron, y Vox a Le Pen. La izquierda aspira a vender que todos son Le Pen.

Andalufobia

A propósito de las palabras de Bendodo, una comentarista política llamada Elisa Beni, a la pregunta burlona de la presentadora de La Sexta, dijo: “Elías Bendodo viene de  Andalucía ¿no? Pues hay que decirle que a nivel nacional hay gente que ve las cosas y que estudia...”. La andalufobia existe, y tiene rasgos equiparables a otros países: el territorio más pobre, menos desarrollado, genera prejuicios de matices obviamente clasistas o directamente supremacistas. Es el mensaje: ¡Eh, andaluces, que más allá de Andalucía hay gente que sí estudia y ven cosas! Por eso, añade Elisa Beni, a ellos no les pueden “colar estas cosas”. En Andalucía, sí, claro, porque, ya se sabe, aquí no se estudia y no se ven las cosas.

La andalufobia ha vendido tradicionalmente de la derecha, con mucho de frustración por las victorias socialistas durante décadas, y del nacionalismo catalán o vasco, sobre todo catalán, ampliando su lógica de “Espanya ens roba” con un “...i més Andalusia”: aquí los vagos despilfarran lo que ellos aportan tan tenazmente al Estado. Ahora que gobierna el PP con C’s, por la ley pendular de la historia, parece que toca que la andalufobia provenga de la izquierda. Siempre hay algo de oportunismo político en estas cosas.

Ante el enredo, Beni quiso justificarse con que Bendodo procede de la política local, ¡otro nivel! Por supuesto, Elisa Beni nunca pensó en eso cuando Isabel Rodríguez llegó del Gobierno manchego, y ni siquiera cuando Raquel Sánchez llegó de la alcaldía de Gavá, realmente local, o Diana Morant de Gandía. ¿Diría de Iceta o de Subirats que son locales? Lo suyo nunca fue un argumento; sólo un exabrupto bobo para despreciar a un político andaluz. ¿Por ser andaluz o por ser del PP? Con toda seguridad, por ser del PP, y ahí valía todo; sólo que además le afloró el prejuicio clasista andalúfobo. Después, viéndose en entredicho, recordó que ella estuvo casada con un andaluz, que es una variante del “¿homófobo yo? que tengo muchos amigos gays”. En el PSOE andaluz, que fueron siempre tan beligerantes con la andalufobia conservadora, se callaron. Reaccionó Inmaculada Nieto, aunque con cierta tibieza, y mucho más decididamente Teresa Rodríguez.

Irónicamente la señora Elisa Beni retuiteaba dos después a una distinguida cuenta cultural francesa, Cohérence, por una frase de Averroes contra los peligros de la ignorancia. Seguramente no sabía que Averroes (Córdoba, 1126) era un viejo andaluz con estudios. Ciertamente se derivan muchos peligros de la ignorancia.

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