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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La política monetaria desarrollada por el Banco Central Europeo (BCE) trae a la memoria una de las increíbles historias del barón de Münchhausen. Concretamente aquélla en que contaba que había sido capaz salir de una pantano cenagoso donde había quedado atrapado con su caballo sin más que tirar de sus propios cabellos. También la Eurozona se ha dado, bajo el mando de Mario Draghi, un fuerte tirón monetario para salir de la crisis. Con el programa de compra de activos, el balance del BCE ha aumentado desde marzo de 2015 en más de 2,2 billones de euros, hasta situarlo en 4,4 billones de euros: nos hemos comprado una ingente cantidad de bonos a nosotros mismos. Al igual que la hazaña del barón Münchhausen es del todo imposible, Draghi sabe que con el esfuerzo monetario sólo no es suficiente.

Está dispuesto a que el tirón monetario, aunque suavizado, siga perdurando. Ayer comunicó que las compras seguirán desde enero hasta septiembre de 2018, si bien reduciendo de los 60.000 millones de euros al mes actuales hasta los 30.000 millones. Y dejó abierta la posibilidad, para entonces, de extender la duración, y de subir o bajar esa cifra. En todo caso, posteriormente, se mantendrá el balance, reinvirtiendo el principal de lo que vaya venciendo. En cuanto a los tipos de interés, ni los ha movido ni lo hará hasta mucho más allá de que las compras cesen.

Pero a pesar del crecimiento y del aumento del empleo, la inflación no termina de estar en su sitio. Esta circunstancia está preocupando a todos los bancos centrales porque pone en evidencia que algo se escapa. Por esto, conviene unir al discurso de ayer el del pasado miércoles, en Fráncfort, Structural Reforms in the Euro Area, donde Draghi lo dijo claro: es totalmente necesario que la política monetaria sea respaldada por medidas de los gobiernos nacionales.

Y señaló que la política monetaria actual es la oportunidad para abordar reformas en el mercado laboral y en los mercados de bienes y servicios, agilizar la apertura de los negocios, acelerar los procesos judiciales, luchar contra la evasión fiscal, abordar intereses creados o mejorar la educación y capacitación. Además, especialmente resaltó que el desafío está en emparejar las reformas con la inclusión, cuidando a los que han sido "dejados atrás" por la expansión de las fuerzas del mercado.

Incluso, se le podría añadir, se debería afrontar cómo se genera y distribuye la riqueza actualmente. En este sentido, Manuel Muñiz, en su artículo Economic Growth Is No Longer Enough, apunta que los modelos de crecimiento nuevos e inclusivos deberían tener en cuenta, por ejemplo, el impacto de la tecnología en el empleo, que hace crecer el de alta y el de poca destreza, vaciando el centro. Y deberían reducir la desigualdad -los ricos lo son más desde 2008-, desplazando la presión fiscal del trabajo al capital, y utilizar nuevos mecanismos redistributivos que complementen el papel decreciente de los salarios en la economía.

La política monetaria está haciendo su papel, ha conseguido que saquemos la cabeza de la ciénaga de la crisis, y la mantiene fuera. Pero la recuperación hay que apuntalarla en tierra firme.

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