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Droga en los barrios pobres

La droga que mató a parte de una generación es ahora el negocio de la siguiente

Hay una Sevilla oficial que vive a base de tópicos y se termina creyendo sus propias mentiras. Pasa cuando se habla de barrios pobres y barrios ricos. Ese contraste brutal. Esa diferencia asombrosa entre los lugares donde vive la gente pudiente, o las clases medias, comparado con la pobreza y la renta mínima de otras barriadas (a las que ahora está mal visto denominar marginales). Sin embargo, esos contrastes de ricos y pobres en Sevilla jamás se solucionarán, si no se combate la droga y se afrontan las consecuencias que ha originado en barrios como las Tres Mil y Los Pajaritos.

En el interesante informe que publicó ayer Fernando Pérez Ávila recuerda la evolución que ha tenido Los Pajaritos. En efecto, no era un gueto, ni un foco de chabolismo, ni una encrucijada de pobres. Era una barriada a la que se trasladaron trabajadores honrados, procedentes de barrios populares, como Triana. Con el tiempo, entró en la espiral que se ha cargado otros barrios: la siguiente generación cayó en la droga, que se sumó al paro, el abandono escolar y la falta de formación para trabajar. Así llega una generación perdida, incluso físicamente, con hijos más perdidos que ellos. La droga que mató a parte de una generación es el negocio de la siguiente, una salida fácil (aunque peligrosa) para ganar dinero.

Las personas honradas que quedaron, en su mayoría, son mayores. Sobreviven como pueden. Huyeron los que tuvieron esa oportunidad. Las viviendas se convirtieron en almacenes de droga. Esos 30 puntos de venta que la Policía tiene detectados en el barrio. Tampoco ayudó la desatención municipal, el abandono de los pisos hasta caerse a pedazos, el hacinamiento de emigrantes, la retrasada remodelación de un barrio que hoy es poco apetitoso para volverlo a poblar con nuevas familias.

En las estadísticas aparecen a la cola de la renta en Sevilla, como los barrios más pobres de España. Hay que matizarlo, añadiendo que el dinero de las actividades ilícitas no está computado. Pero es cierto que Los Pajaritos se ha convertido en un desastre, un foco de marginación, y que en sus primeros años no lo fue. Apenas queda nada de aquel antiguo barrio de trabajadores, en el que se ha cebado la droga hasta crear un agobio de marginación, violencia y desesperación difícil de resolver.

No se solucionará con medidas políticamente correctas o hipocresías para lavar la conciencia, sino con el realismo de luchar a fondo contra el origen del mal.

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