La aportación de las hermandades a la vida de la Iglesia es un dato difícilmente cuantificable y generalmente no bien apreciado por quienes la dirigen. No me refiero ahora a su papel en la pastoral diocesana, por el que alguna vez han podido ser confundidas con un incómodo cuerpo extraño difícilmente asimilable. Aludo a la importancia que poseen las cofradías para la economía de la diócesis. Cierto es que existe un viejo y en parte merecido reproche a su falta de compromiso en la materia, concretado a veces en el escaso eco que merecen las llamadas a la rendición anual de cuentas y al pago del llamado impuesto diocesano. Pero tengo para mí que el juicio acerca de la contribución de las hermandades al sostenimiento de la diócesis debería partir de un análisis riguroso sobre todos los modos y dimensiones de esa participación, que se extiende desde la conservación de un núcleo humano que se reconozca como cristiano hasta la decisiva intervención en el mantenimiento de templos, imágenes y enseres que, no se olvide, son bienes eclesiásticos, cuya conservación recaería en la Iglesia de no existir las hermandades.

Saco todo ello a colación ante la noticia recogida y excelentemente documentada por Juan Parejo en estas páginas, relativa a la factura que Palacio habría pasado a la Hermandad de la Exaltación por la restauración de la Capilla Sacramental de Santa Catalina, joya única del barroco sevillano, y de la Sala Capitular de la Hermandad Sacramental sobre las que ostenta el pleno dominio la corporación del Jueves Santo. Si bien los datos conocidos no permiten un análisis jurídico ni político del problema mínimamente fundados, asusta la cifra reclamada, que puede hacer temblar el presupuesto de cualquier corporación incluso más que mediana. Elevando el tiro, preocupa la posibilidad de que un endeudamiento progresivo de las hermandades -en templos, pasos, mantos o casas de hermandad- conduzca a una burbuja económica a la que finalmente tenga que hacer frente la propia Iglesia de Sevilla. Entiendo que para evitarlo se creó el famoso Protectorado. Desconozco cómo habrá procedido en este asunto.

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