Análisis

Juan Ruesga Navarro

Elogio de la ciudad compacta

En los propósitos del nuevo año está caminar más. Sevilla es una ciudad agradecida para ello. Por clima y por topografía. Caminando una hora y media, más o menos, se llega desde la Puerta de la Carne al cementerio de San Fernando, a Heliópolis, a Fibes o a Blas Infante. Son lugares al norte, al sur, al este y al oeste de la ciudad. Y en ese perímetro que definen esos cuatro puntos está prácticamente la población de la ciudad. Casi setecientos mil habitantes. Una ciudad compacta y caminable. Los antiguos urbanistas decían que en una ciudad se debía poder caminar en cualquier dirección y al cabo de una hora llegar al campo o al mar. En caso contrario no era una ciudad recomendable para vivir. Hoy vamos a considerar una hora y media, pero es más o menos la misma idea. Y Sevilla se adapta a esos parámetros a la perfección. ¿Quién tiene una hora y media para caminar? Hay que ir a trabajar y volver a casa. Claro que todo es relativo. Si yo camino es por gusto, no por obligación. Sería otra cuestión. Lo entiendo. Pero, pregúntenle a los usuarios del transporte público, y sobre todo a los usuarios del transporte privado, cuando quieren venir a Sevilla desde el Aljarafe o desde Alcalá o los Alcores. ¿Cuánto tardan en entrar o salir de la ciudad? Claro que la alternativa a caminar, por las mismas razones, es la bicicleta y en Sevilla ha tenido un éxito indudable.

¿Cómo es una ciudad compacta? Una ciudad de edificios de cuatro plantas de media y en la que los distintos usos (residencial, oficinas, comercios, espacios libres, equipamientos...) están mezclados. El tamaño ideal corresponde a una urbe de quinientos mil habitantes como máximo. En el otro extremo está la ciudad dispersa, basada en el modelo americano, con enormes extensiones de viviendas unifamiliares y centros comerciales de gran tamaño y aislados y desplazamientos en automóvil. Entre ambos extremos existen otros ejemplos, como Estocolmo y alguna ciudad británica o alemana, con el centro de ciudad histórico, con múltiples usos, conectado con ferrocarriles a múltiples barrios residenciales de más baja densidad. Puede que no compartan las virtudes de la ciudad densa, compacta, y que disfruten de su vida en alguna de las urbanizaciones del Aljarafe. Pero les aseguro que si se paran a pensar comprobarán que la mayoría de los desafíos de la ciudad en los próximos años: ahorro energético, movilidad, parques y jardines públicos, equipamientos de salud, educación y cultura al alcance de todos y menos emisiones de gases contaminantes, más limpieza y reciclado de residuos, etcétera, tienen más fácil solución en la ciudad compacta. En la Sevilla actual, es fácil reconocer donde acaba esa ciudad: donde terminan las aceras. Y ahora con los carriles bici, los desplazamientos por nuestra ciudad son más eficientes en tiempo. Hay otras maneras de pensar en las virtudes de la ciudad densa y apretada: suponga que no tiene usted automóvil, es la hora de la cena y se ha quedado sin pan o comida en casa. Si lo puede resolver vive usted en una ciudad. En caso contrario, ya veremos cómo se las apaña.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios