TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Nos costó 36 años la independencia. Aunque fuera a costa de urnas rabiosas. Mandamos al rincón de pensar a un PSOE que había convertido en su oxidado cortijo la histórica nación bética. El perfecto reflejo de la domesticación y adormecimiento de Andalucía es la cadena sonajero de costumbrismo anacrónico que montaron los socialistas y que pagamos a escote.

Ahora nos va a tocar luchar por nuestro sitio en el reino de España, entre los que nos llaman analfabetos ante los niños zamoranos (ay, ¿quién se va a quedar ahora con esos niños, León o Castilla?) y los que nos tildan de subvencionados y que nos quieren así, atados, mudos, mientras negocian los apaños con desleales. Fuimos la mano barata del franquismo para levantar Cataluña y el País Vasco. Madrid nos exige ahora que sigamos siendo los graciosos de la fiesta. Hubo muchos andaluces que entregaron su vida frente al terrorismo para que recojan las nueces los de siempre.

España se apropió de nuestras señas de identidad y aunque los kichis miopes los acusen de genocidas, millones de nuestros antepasados bregaron por sacar adelante para la Corona varios continentes (con aquellos vascos de apellidos interminables y sangre 'limpia' en la oligarquía militar) y entregamos por allá el andaluz, que es nuestra forma de expresarnos en castellano, idioma al que nuestros parientes han dado 450 millones de hablantes. En Madrid, en Barcelona o en Bilbao nos siguen menospreciando por nuestro acento.

No nos vendría mal un poco de rebeldía. Un carraspeo. Sacudirnos el servilismo centralista y atemperar el españolismo. Llega la hora de que los políticos andaluces en Madrid, de babor a estribor, demuestren que no sólo les interesa el escaño o el carguito. Debemos seguir mostrando el mismo apego hacia el resto de españoles, la solidaridad colectiva de nuestro escudo, pero también es el momento de mostrar distancia a quienes quieren hacernos comulgar con estupendas ruedas de molino. España no nos roba. Pero España nos debe respeto.

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