Análisis

rogelio rodríguez

Espiral de fraudes a la Justicia

¿En qué país el jefe del Ejecutivo se reuniría con alguien inhabilitado por el Tribunal Supremo?

El veterano semanario británico The Economist (fundado en 1843) destacaba en uno de sus últimos números el creciente respaldo popular a líderes que se jactan de su osadía a la hora de mentir. Y como no ha debido evaluar aún a Pedro Sánchez, se explayó en denunciar que Donald Trump ha difundido 13.435 mentiras, o afirmaciones infundadas, desde que llegó a la Casa Blanca. Parece difícil hallar otro dirigente que compita en profusión de engaños con el extravagante mandatario norteamericano, al que la comediante y escritora estadunidense Elayne Boosler ha apodado, con gran éxito divulgativo en las redes sociales, como Scrotus, una variación del acrónimo en inglés con el que se conoce al presidente de Estados Unidos: POTUS (President of the United States). Difícil, pero factible, a tenor de la acumulación de impúdicas argucias que jalonan el currículum del jefe del Gobierno español desde que emprendió su dispar carrera hacia La Moncloa.

Pueden echarse cuentas, si no en cantidad, sí en cuanto a la gravedad que, para España, supone el desafuero con que actúa el presidente de un Gobierno que, en aras del poder, está dispuesto a modificar el curso del Estado de derecho en coalición con la izquierda antisistema y en complot con los partidos secesionistas. Un presidente, ayuno de pudor, que gallea en la cumbre de Davos -donde volvió a ningunear al Rey- de haber desactivado la amenaza que representa Podemos y diluido el populismo, mientras sus gregarios en el Consejo de Ministros filtran, con medias verdades, la próxima reforma del Código Penal para rebajar las penas por sedición, en agradecimiento a los soberanistas catalanes por los servicios prestados. El régimen constitucional afronta la fechoría de modificar una norma con los votos de los que serán beneficiados. La conclusión es nítida: Pedro Sánchez ha puesto la Ley en las uñas de los que no solo no se arrepienten de su iniciativa golpista, sino que reiteran su intención de repetirla. No cabe mayor fraude a la Justicia, ni mayor humillación.

¿En qué país de nuestro entorno ocurriría algo semejante? ¿En qué país no es delito extremo atentar contra la integridad territorial? ¿En qué país, el jefe del Ejecutivo se reuniría de igual a igual con alguien que ha sido inhabilitado por el Tribunal Supremo? ¿En qué país de la Unión Europea un ministro recibe a escondidas a la número dos del infame régimen venezolano, Delcy Rodríguez, que tiene prohibida su entrada en territorio de la UE por vulneración de los derechos humanos…? El muestrario es interminable.

Pero Pedro Sánchez, su Gobierno, este PSOE travestido que también se besuquea con los bildutarras, gozan de otro inconmensurable favor: el que le presta una oposición fragmentada, que dilapida sus limitadas fuerzas en conflictos tan estúpidos como el llamado 'pin parental', un señuelo mostrado por la extrema derecha, al que el líder del PP se ha lanzado como un imberbe y torpe depredador.

Como escribió el columnista Doug Larson, ya desaparecido, "cuando las llaves de un país están manos de políticos como los actuales convendría cambiar las cerraduras".

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