Ya no nos quejamos de que la Feria de Abril sea en mayo. Sevillanos y no tanto estábamos deseando que se pusiera el primer tubo de la portada, que empezara el montaje de las casetas y que mañana sábado se le dé al botoncito del 'Alumbrao' y empecemos todos a bailar, a bailar, a bailar…

Que la previsión de agua para el martes y el miércoles tampoco nos preocupa. La lluvia en Sevilla es una maravilla, si es volviendo a la Feria a pesar de todo, doblemente maravilla, que cuatro gotas no nos amarguen. Digo más: ¡qué se mojen los farolillos! Parecía que no iba a volver y aquí estamos, a las puerta de la Feria, la Feria, la Feria de (casi de abril).

Hace dos años por estas fechas no pensábamos que volveríamos al Real tal y como lo recordábamos de 2019. Es verdad que ha habido cambios (unos dobles techos para que circule mejor el aire y algunas casetas con números clausus o condiciones de acceso para invitados de los socios), pero apuesto con ustedes, queridos lectores, que a partir de mañana el albero, los plátanos de sombra, el tabaco en las puertas de las casetas, el olor a fritanga dentro, el sudor de los calores del mayo sevillano y los abrazos de reencuentro nos van a hacer olvidar el maldito bicho.

Habrá pocas o ningunas mascarillas entre charrés y rebujito. Hay recepciones oficiales (¡ojo, en campaña electoral andaluza!) y las costumbres de siempre. Veremos a amigos que vemos de año en año y que ahora hace tres que no vemos. Reíremos con escándalo y maldeciremos el infierno de cacharritos. Pero todo, confío, con un humor diferente. El de celebrar la vida, que para eso estamos.

Aun así, y sin querer ser agorero y siendo consciente de que las cifras parecen que confirman que el efecto de la Semana Santa en el aumento de los contagios fue nimio, sobre todo porque no se están contando, hoy he escuchado por primera vez a un señor en el informativo hablar de que se viene la séptima. Y yo solo quiero pensar en mirar cara a cara que es la primera, la primera Feria postcovid.