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Análisis

Carmen pérez

Fusiones e innovación en la banca

La semana pasada, Caixabank debutó como banco único en el Íbex 35, tras el adiós de Bankia al parqué español, una vez que la fusión se hizo jurídicamente efectiva. Por otra parte, la otra fusión, la protagonizada por Unicaja y Liberbank para crear la quinta mayor entidad financiera del país, también dio un paso más al recibir el visto bueno de sus respectivas juntas de accionistas. Ambas fusiones persiguen un objetivo, compartido y prioritario en todos los bancos europeos: incrementar la rentabilidad.

El supervisor europeo, la Autoridad Bancaria Europea, no para de denunciar que tal como están no son viables, y pide a los bancos que remuevan Roma con Santiago para mejorar sus cuentas. En su Panel de Riesgos para el último trimestre de 2020 continúa sacándoles bandera roja: "La rentabilidad se mantiene en niveles muy bajos y es un riesgo clave para la sostenibilidad a largo plazo de muchos bancos". Además, a corto plazo, por la pandemia, la perspectiva es que la presión sobre la rentabilidad se mantenga persistentemente alta.

También este informe señala que la viabilidad a largo plazo de las instituciones pasa por optimizar su estructura operativa, con más inversiones en nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y por la racionalización de las redes de sucursales, aunque impliquen costes sustanciales a corto y medio plazo. En definitiva, que se reconviertan y generen la banca del futuro: digital y por el móvil.

El proceso está siendo doloroso. Y se comprende que José María Roldán, presidente de la patronal bancaria española, pida que se entienda esta lógica empresarial ante las críticas que reciben por los continuos cierres de sucursales y despidos masivos, y por las que recibirán, porque las fusiones no harán más que acrecentarlos. Además, Roldán también se defiende de otra crítica: que la reducción del número de entidades crediticias no va en detrimento de la competencia bancaria porque nuevos operadores están penetrando en los nichos rentables de la actividad bancaria: medios de pago, pero también financiación empresarial y de consumo.

Efectivamente, las fintech y bigtech les están comiendo el terreno. Su irrupción en el ámbito financiero han sido uno de los principales detonantes de la crisis del sector bancario. Así dice Roldán que "obliga a los bancos a acometer una auténtica revolución digital para hacerles frente". La competencia es lo que tiene (de bueno). Benditos operadores que han venido a espabilar a una banca protegida y acomodada. Están introduciendo innovación a espuertas y obligando a la banca a apuntarse a este proceso. Sin ellos, esa maravilla de Bizum, por ejemplo, no la hubieran alumbrado nunca los bancos.

Y no vale acusarles de competencia desleal. Su regulación es más laxa, pero esto es así porque no entran en lo más peliagudo de la actividad de la banca: la toma de depósitos. Esta función la ejercen en exclusiva. Su negocio es así, para lo malo y para lo bueno: sufren un exceso de regulación porque el ahorro de la población es vigilado con el máximo celo, pero a la vez también disfrutan de enormes privilegios. Quizá le innovación actual termine desembocando con el fin de la intermediación bancaria.

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