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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Análisis

Rafael Salgueiro

Gansadas de agosto (edición 2022)

La naturaleza de las coaliciones es tomar en consideración las propuestas que haga alguno de los socios, aunque esté alejado en su ideario, y adoptarla de forma común si tal propuesta es razonable y útil

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Estos días nos estamos asombrando por el pragmatismo con el que la coalición que gobierna Alemania está afrontando los problemas, ya sea el impacto de la inflación en la renta de las familias o ya sea la restricción en el suministro de gas natural, por ejemplo. Para ello se ha presentado una ley de compensación de la inflación que incluye rebajas fiscales, y se está estudiando posponer la clausura programada de las centrales nucleares todavía en activo. Esta es la naturaleza de las coaliciones: tomar en consideración las propuestas que haga alguno de los socios, aunque esté alejado en su ideario, y adoptarla de forma común si tal propuesta es razonable y útil, aunque a los simpatizantes y votantes de alguno de los socios no le parezca adecuada. Es el caso, por ejemplo, de los Verdes y las centrales nucleares.

En nuestro país, por desgracia, esto parece imposible. No es imaginable una coalición salvo en el caso de una gran afinidad política y mucho menos la asunción de propuestas que provengan de la oposición. Las consecuencias son visibles: búsqueda de apoyos externos al gobierno siempre a cambio de algún peaje político, legislativo o económico; adopción apresurada de normas poco eficaces; desprestigio no ya de la política sino incluso del propio servicio público; desperdicio de energía política en la atención a asuntos poco menos que baladíes, y un largo etcétera. Eso sí, a cambio tenemos distracción garantizada durante todo el año, lo cual se agradece especialmente en agosto, un mes en el que no solía haber muchas novedades. Mencionaré algunos casos, por si ayudan a distraer al lector.

Los directivos del socio minoritario del gobierno suelen ser un buen ejemplo de aquellos que hablan por no estar callados, aunque a las personas no ideologizadas (o no idiotizadas, que a veces es lo mismo) sus mensajes les pueden recordar el título de aquella inolvidable sección de La Codorniz: “Tiemble después de haber reído”. Sin duda con el siempre loable fin de divertirnos en agosto, la directora del Injuve (la OJE de estos tiempos, pero de espaldas al Sol) ha venido a decir que cada vez están más próximos los tiempos de una tercera república y que ya es momento de que la jefatura del estado sea elegida de forma democrática. Desconozco la edad de esta servidora pública y quizá sea demasiado joven para saber que eso ya lo hicimos en 1978, con un resultado que no dejó lugar a dudas acerca de las preferencias de los españoles (catalanes y vascos incluidos). Aunque al respecto de cuando terminó el franquismo empiezo a tener dudas, a la vista de que algunos califican a los miembros de ETA como luchadores antifranquistas. Esto es extraordinario, dado que la fundación de la organización se produjo 17 años antes del fallecimiento del dictador y se disolvió 43 años después de aquel “hecho natural”. O sea, “luchadores postfranquistas” en todo caso y sin tener en cuenta a sus apologetas en comisión de servicios en el Congreso de los Diputados.

Las prisas por irse de veraneo han dado lugar a un decreto de ahorro energético que es poco razonable, poco eficaz y poco menos que imposible de llevar a la práctica

Hace muy pocos días, ya lo saben, durante la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia se reprodujo un ritual que se celebra anualmente en la catedral de Sevilla, el de procesionar la espada de Fernando III, exhibiendo ante los asistentes al acto la espada de Bolívar. Su Majestad tuvo el acierto de no ponerse en pie en ese momento catártico y por ello ha sido criticado hasta el extremo de que algún desnortado ha llegado a publicar que la guillotina sería necesaria de nuevo y que desde dentro del propio gobierno de España (la sección izquierda según se entra) se esté exigiendo que se reproche el comportamiento de Felipe VI. Esto no es nuevo, no pierden ocasión de demostrar que están ayunos de lecturas y, en este caso, que desconocen no sólo la trayectoria de Bolívar sino también el desastre que para Hispanoamérica supuso la forma en la que se produjo una independencia. Esta era inevitable, pero habría podido llevarse a cabo de una manera mucho más racional e inteligente. Recomiendo al lector interesado en conocer las consecuencias de la acción bolivariana la lectura de Malditos libertadores: Historia del subdesarrollo latinoamericano (Augusto Zamora Rodríguez. Siglo XXI Editores, 2020). El autor y desvelador de los mitos en torno a las figuras de la independencia ha sido embajador de Nicaragua en España y profesor universitario en Madrid y en su país. No es ningún añorante de caducas glorias imperiales.

El socio mayoritario del gobierno gusta también de ofrecernos diversión de cuando en cuando. No me refiero sólo a la reciente frase pronunciada por el presidente en su tono más serio posible: “en España la ley se cumple” (o algo así). Las carcajadas todavía resuenan en el córner noreste del país, cuyo gobierno ha dedicado sus mejores esfuerzos legislativos en la redacción de una ley que le permita incumplir otra ley, ya saben cuál. Las prisas por irse de veraneo -se conoce que el Falcon es adictivo y exige dosis cada vez más frecuentes- han dado lugar a un decreto de ahorro energético que es poco razonable, poco eficaz y poco menos que imposible de llevar a la práctica, según afirman expertos en derecho administrativo y en el uso de la energía; amén de la cuantía de las sanciones cuyo límite superior probablemente se deba a un error porque es absolutamente desmesurado.

Naturalmente que tenemos que economizar energía eléctrica, no cabe ninguna duda, ya que en buena medida su generación depende de un gas natural que ahora es escaso. Nosotros tenemos capacidad física más que sobrada para abastecernos de gas natural licuado, pero no es ilimitada la disponibilidad del gas en esa forma. Además, hemos de enviar allende los Pirineos todo el gas del que seamos capaces. No es sólo cuestión de solidaridad con otros países, sino hacer frente a una agresión y a un chantaje neosoviéticos y para ello quizá tengamos que acostumbrarnos a los tiempos anteriores a la climatización artificial, o a que la iluminación de edificios, calles y escaparates se reduzca. Y, a lo mejor, desde Nueva York no se podrán ver este año las luces de Navidad de Vigo. O sea, nada que no se pueda sobrellevar.

El problema que padecemos con las formas de actuar de nuestro gobierno es que este rehúye algunas condiciones básicas exigibles. Una de ellas es la ejemplaridad que cabe esperar en los gobernantes, que se apliquen a sí mismos aquellos comportamientos que nos exigen a los ciudadanos, como es el caso de reducción de emisiones para contener lo que ellos mismos llaman “alarma climática”. Es decir, somos unos irresponsables ambientales si no reemplazamos ipso facto nuestro vehículo térmico por uno eléctrico, pero también hemos de comprender que el tiempo y el confort de un presidente son tan valiosos como para justificar un despliegue aeronáutico en cada viaje. Tiene su aquel lo de utilizar un helicóptero y un avión para ir a inaugurar un trazado ferroviario… Otra de las condiciones exigibles es la explicación del porqué de las decisiones y el uso de la persuasión en aquellos casos en los que la utilidad de la decisión no es evidente. Pero esto no suele ser tampoco habitual, de modo que a los ciudadanos se nos está reduciendo a ser meros sujetos pasivos y la propia democracia, al ir limitándose de forma premeditada la separación de poderes, se está reduciendo al proceso electoral, a un costoso mecanismo de selección de altos directivos de la cosa pública. Y esto sí que es una tragedia; al igual que la aversión a la transparencia que también caracteriza a nuestro gobierno.

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