Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
John Amos
Diez negritas
A iniciativa sobre el entorno de Doñana, con alto riesgo de complicarle las cosas al Gobierno andaluz de PP y Cs, ha terminado complicando las cosas al PSOE. Qué cosas. Después de la sesión parlamentaria en que la iniciativa salió adelante con la anuencia del PSOE, todos los focos se giraron hacia Juan Espadas. El candidato socialista quiso dar un golpe de efecto, y sin duda lo hizo, pero finalmente sobre el pie del PSOE. Espadas proclamó su autonomía y quiso defender racionalmente un criterio propio, pero en el PSOE, con toda la artillería preparada para cargar contra los partidos de la derecha, cayó como un rayo. Medios y grupos afines se revolvieron con dardos envenenados contra el candidato socialista; a los conmilitones del puente Sevilla-Madrid se los llevaban los demonios.
Desde Madrid habían movilizado todo para presentar esta iniciativa como una agresión bárbara y sin precedentes contra Doñana. La ministra Teresa Ribera, titular de Medio Ambiente, escribió horas antes a San Telmo bordeando la amenaza: "Ante los enormes perjuicios, tanto económicos como medioambientales, y también para la imagen de España en el exterior, quiero transmitirle la necesidad de desistir...". E insistía: "Cuantiosas multas durante un periodo previsiblemente muy prolongado". El secretario de Estado de Aguas había hecho un discurso más tremendista: "Engaño", "debate estéril.", "expectativas irreales", "derechos inexistentes"... y así todo. En definitiva, se había construido un relato bastante apocalíptico sobre la destrucción de Doñana, incluso agitando a la Unesco y la propia Comisión, con la amenaza de multas y mercados bloqueados. Y después de eso, el PSOE andaluz va y desiste de oponerse.
El asunto de Doñana desde luego es delicado, porque Doñana es un asunto siempre delicado. Los acuíferos están al mínimo y se han esquilmado a destajo. La falta de agua, que afecta a toda la comunidad, allí es altamente sensible. Pero además ha habido una estrategia en la izquierda para vender, estando en precampaña, un mensaje tremendista: ¡la derecha se propone destruir Doñana! Ese juego, con la polarización propagandística al uso, caldeando el hervidero de las redes, interesaba a Unidas Podemos y Adelante Andalucía, pues en definitiva es su territorio natural. Pero en el PSOE andaluz, a diferencia de Moncloa-Ferraz, había razones para dudar, de un lado por su propia responsabilidad tras gobernar casi cuatro décadas y dejar ese territorio en el limbo en 2014, y de otro, ante la proximidad de las elecciones. De ahí la abstención.
No era fácil para el PSOE, y se hizo patente. Mario Jiménez tenía que construir a la vez un ataque duro y una coartada para su voto. Acusó al PP de "engañar a los agricultores". Es verdad que esto llevará tiempo, más allá de las próximas elecciones, y por tanto no se resolverá ahora, pero el problema de Jiménez, para zafarse de unas responsabilidades que señalan al PSOE por su gestión en el pasado, era acabar ese mensaje agresivo justificando que el PSOE no se oponía. Demasiado contradictorio. Se intuía mala conciencia y electoralismo. Buscando la autoridad moral, salieron malparados. Y algunos agricultores se encararon con el moguereño a la salida del Parlamento: Moguer es uno de los municipios afectados, con Almonte, Rociana, Bonares y Lucena del Puerto.
El Gobierno andaluz, a sabiendas de pisar terreno peligroso, trataba de modular su argumentación. Ya lo venían haciendo desde el presidente a Elías Bendodo en diferentes momentos: deuda histórica dejada por el PSOE en 2014; la iniciativa no afecta al acuífero sino al agua de superficie pero las obras corresponden al Gobierno de Pedro Sánchez; no se legalizan pozos porque no tienen competencia; son la mitad de las hectáreas; es a 30 kilómetros del Parque... En la tribuna –donde Julio Díaz, de Ciudadanos, denunciaba "la campaña de desprestigio"– el portavoz del PP insistía en que la iniciativa es más de ordenación del territorio: "No tiene nada que ver con el agua ni con Doñana". Claro que estos argumentos más o menos técnicos iban a chocar contra esos mantras simples que triunfan en las redes: ¡la derecha destruye Doñana! o simplemente ¡hay que salvar Doñana! con eco internacional asegurado. En tiempos en que todo va a golpe de clic sin temor al fake, esto hubiera podido incendiar el paisaje político. Que Espadas lo apagara con su voto fue un final inesperado.
El líder de los socialistas andaluces, que comparte la complejidad del asunto, defendió con coraje su autonomía: "No recibo consignas de nadie"; pero se le hizo bola rápido a medida que le interpelaban desde su propio entorno. Para justificarse, aseguró que llevaba meses tratando de negociar y que así mantenía ese frente abierto. Pero Loles López tardó poco en desmentirlo y también sin miramientos: "Espadas Cejas tiene que justificar su posición pero es totalmente falso que haya intentado negociar o con el Gobierno o con el PP... Desgraciadamente ha tenido que salir a mentir una vez más para justificarse". No hay nada que acredite que el PSOE haya abordado esa negociación. Han tomado una decisión, legítima y a la vez polémica, que ha indignado a un PSOE que nunca ha asumido que los socialistas andaluces actúen con autonomía. Lo que se vería con normalidad en los socialistas de Cataluña o de Euskadi, incluso de Valencia o Galicia, aquí no. Hace bien Espadas en poner pie en pared. Ha elegido un asunto, sin embargo, altamente inflamable del que es fácil salir achicharrado.
Por añadidura, horas después, el PSOE también le facilitó al Gobierno de PP y Cs la tramitación de la Ley de Economía Circular, y esta vez junto a Unidas Podemos. Esa ley vinculada a la agenda 2030 solivianta a Vox –Rodrigo Alonso, defendiendo la enmienda a la totalidad, llegó a vincularla a Davos y Xi Jinping– pero va en el programa Revolución Verde de Juanma Moreno. Con esto se pone fin a la hipótesis del bloqueo parlamentario para forzar el adelanto electoral: sigue habiendo geometrías variables para hacer mayorías. Al PP le viene bien ahora, ante la perspectiva de un fiasco en Castilla y León; y al PSOE le vendrá bien porque en unas horas puede apagarse la polémica de Doñana para pasar a la pantalla siguiente: los efectos colaterales de esas elecciones.
Las especulaciones se prolongarán hoy hasta el recuento electoral, y durante todo el día habrá un hervidero de hipótesis más o menos chuscas en función de la participación. De momento se llega al final con la percepción de que Pablo Casado ha cometido un error que puede ser histórico si perdiera el poder en la comunidad, pero con seguridad será un revés para él porque el plan era gobernar en solitario y ahora van a depender de Vox. En el PP andaluz llevan tiempo alejándose de los planes de Génova para presionar a Sánchez, pero ya pueden inquietarse porque, con su estrategia, Casado y García Egea están devaluando la marca PP. Claro que Juanma Moreno seguramente peleará con la marca Andalucía, como le recomendó el propio Feijóo en el congreso de Granada, tal como él hizo en sus elecciones con un atril en el que se leía GALICIA, no PP. Previsiblemente así será aquí: Juanma Moreno-Andalucía. De momento, en dos semanas, llegará el 28-F, que el frente sindical, eso sí, aspira a boicotear desde la Plataforma Andalucía 28-F con una marcha por la sanidad y los servicios públicos frente a “la involución democrática, la precariedad y el desempleo”.
También te puede interesar