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José Antonio Carrizosa

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Gorbachov y la Historia

Gorbachov desmontó en pocos años el edificio de control social y represión construido en tiempos de Lenin y Stalin

En el último tramo del siglo XX, entrados ya los años ochenta, la Historia empezó a girar a velocidad de vértigo y se llevó por delante el orden mundial surgido de las dos grandes conflagraciones bélicas del periodo y de la revolución comunista de 1917. Ello fue posible porque coincidieron en los puestos de mando de las grandes potencias una serie de líderes con enorme personalidad y fuerza política: Ronald Reagan en Washington, Margaret Thatcher en Londres, Helmut Kohl en Bonn, Juan Pablo II en el Vaticano y Mijail Gorbachov en Moscú entendieron que había llegado el momento de cambiar el mundo y vaya si lo lograron. De todos ellos fue el líder de la Unión Soviética, fallecido el pasado martes a los 91 años, el que jugó un papel más delicado y el que asumió más riesgos en el delicado proceso que supuso el final de la Guerra Fría. También fue el que, a la postre y a pesar de su Nobel de la Paz en 1990, salió peor parado. Gorbachov desmontó en un periodo muy corto de tiempo el tremendo edificio de represión y control social construido por la nomenclatura comunista desde Lenin y Stalin. Tenía el viento a favor: cuando hereda la secretaría general del PCUS Rusia, también el resto de las repúblicas soviéticas y los satélites de Europa Oriental, son países grises y tristes en el que la falta de libertad rivaliza con las largas colas para conseguir cualquier cosa. La sensación de fracaso es absoluta. Occidente se ve como el paraíso en el que todo es posible, desde expresar una opinión en completa libertad hasta entrar en una tienda en la que sobra la oferta.

Gorbachov hace la tarea titánica de desmontar todo aquel entramado y devolver la dignidad a decenas de millones de personas. Pero cree, ingenuo, que será capaz de hacerlo manteniendo las estructuras del poder soviético y la cohesión territorial que se había impuesto por la fuerza y el terror. Ahí fracasa. Y las consecuencias de ese fracaso se pueden rastrear hasta hoy. Putin y su política de vuelta a los modos de Brézhnev son el resultado del proceso de desmembración de la Unión Soviética y de la crisis existencial de una potencia que había dictado su voluntad a medio mundo.

A estas alturas de la Historia caben muy pocas dudas de que Gorbachov con su perestroika y con su glasnost contribuyó a hacer un mundo más libre y mejor. Pero también, un mundo en el que se soltaron los fantasmas que hoy nos atenazan.

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