Hey, en San Telmo, quién os ha visto y quién os ve

Juan Manuel Moreno

Juan Manuel Moreno

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Nadie es el mismo después de llegar al poder. Por decirlo sutilmente con Weber: a la ética de las convicciones se le solapa la ética de la responsabilidad. Dicho groseramente en plata: para ganar las elecciones, se le dora la píldora al votante con promesas y milongas de todo tipo, y después la prioridad es protegerse en el poder, de modo que donde dije digo... Mal que bien, casi siempre sucede. Claro que el espectáculo puede ser muy impúdico.

A propósito de la financiación autonómica, desde San Telmo se han vaciado esta semana atacando a Moncloa, en la rueda de prensa del Consejo, en las redes, en las entrevistas del Moreno Bonilla llenas de jeremiadas. Y, sí, es el mismo Moreno Bonilla que con Rajoy en el poder defendía en el Parlamento andaluz que “un Gobierno en funciones está atado de pies y manos” y que las cantidades no se podían percibir. Donde dije digo...

Esta semana Moreno Bonilla ha recibido a patronal y sindicatos y se ha deshecho en elogios sobre la concertación social... ¿Pero no era esa fórmula la que ellos ponían a caer de un burro con los gobiernos socialistas? ¿No los acusaban de comprar la paz social a cargo del presupuesto? En fin, donde dije digo...Otrosí: Comisiones de investigación. Tras años reclamando comisiones a destajo, ahora, apenas nueve meses después de tocar poder, el PP ya quiere limitar las comisiones de investigación. De creer a su portavoz, es por falta de espacio. Claro que nadie va a creer a su portavoz. En fin, poco se tarda en adquirir los usos y abusos del poder. Donde dije digo….

El PP –y también Ciudadanos, por cierto– se han convertido rápido. El Gobierno del Cambio, o más bien el Gobierno del Cambiazo, ha dado esta semana un espectáculo impúdico de 'dondedijediguismo'.

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Claro que la listeriosis no es culpa de la Junta. Del mismo modo que un Gobierno nunca es culpable de que haya un huracán. Lo que sí se le puede imputar es que su gestión contribuya a atenuar o agravar el impacto de ese huracán. Y lo mismo sucede con la listeriosis. Vaya por delante que el balance de la gestión de la Junta es mediocre.

En esa gestión había, como mínimo, tres agujeros negros: prepotencia del Gobierno del Cambio, poco dispuesto a asumir el problema mientras el problema seguía creciendo; la figura del consejero, que cada vez que hablaba parecía trabajar para el enemigo como en las humoradas de Gila; y la deslealtad institucional.

Sobre esto. La lección de deslealtad institucional de la Junta hacia el Ayuntamiento de Sevilla, tratando no ya de establecer las responsabilidades de unos y otros, sino de servir un culpable a la ciudadanía para lavarse las manos, merecería un módulo propio en cualquier Máster de gestión de crisis. Lástima que el calendario de la empresa condujera hasta Zoido. Y todavía Moreno va gimoteando por las radios contra Sánchez por la deslealtad de no llamarlo. En fin, al final se ha rectificado, entendiendo que en casos así puntúa más la altura de miras que la mezquindad, e incluso en Paterna ya se han corregido errores, pero durante días han usado la estrategia del ventilador enchufado 24/7 para salpicar a todo lo que se moviera. No han dado la talla.

El consejero de Sanidad es un buen médico, pero ha tardado poco en acreditar que no es un buen consejero de Sanidad. Sucede con frecuencia. “La mejor forma de no meter nunca la gamba es decir siempre la verdad” ha dicho Jesús Aguirre. Pero no es así, la gamba se puede meter diciendo la verdad: por ejemplo, diciendo que has llenado el staff de la consejería con amiguetes tuyos en apenas tres días, como hizo él, o revelando tu idea del drama de abortar como “llegar y chupetón”. Su discurso, sincero o no, tardó demasiado en transmitir confianza. Y ha habido errores notorios, como la tardanza en identificar el riesgo para las embarazadas y la conveniencia del tratamiento preventivo. Ahí la listerioris ya no es una fatalidad, sino un caso de mala gestión.

El Gobierno del Cambio parecía creer que algo así no le podía suceder al Gobierno del Cambio. A ellos, el gabinete providencial que en seis meses ha hecho más por Andalucía que los socialistas en treinta años, no les entraba en la mollera que los pudiera doblegar una maldita bacteria minúscula. En fin, un verdadero error de miopía histórica. Recuerden a Sancho Rof. De hecho, ese pecado hizo que su estrategia de comunicación errara desnortada durante días. Y la imagen chusca de Moreno Bonilla sacando pecho en el Parlamento mientras aumentaban las víctimas –sí, sacando pecho– le perseguirá. En realidad Moreno Bonilla es un hombre de sensibilidad acreditada, pero este es un error habitual en política: olvidarte de tu propio instinto y echarte en brazos de cualquier vendehúmos titulado en marketing para que te diseñe frases de manual.

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El Gobierno andaluz ha aprobado la nueva línea de subvenciones para los andaluces y sus descendientes afectados por la inmersión lingüística. En fin, se refieren a los afectados por el catalán como si fueran afectados por la listeriosis. Qué cosas. Es una partida de cien mil euros, en un pack de 400.000, que se pactó con Vox. Ya se sabe que un Gobierno tiene que hacer concesiones más o menos incoherentes a sus socios, pero hay que cuidarse de prestarse a caprichos ridículos. En este caso, es de imaginar que en el Gobierno Moreno-Marín sólo se plantearon que era suficientemente barato como para dárselo a Vox sin más. Pero es bastante sonrojante.

Como se ha apuntado desde Cataluña, con esto se hace un flaco favor a la causa constitucionalista porque se favorece la imagen del choque de lenguas, obviando la realidad: la exclusión de muchos castellanoparlantes no es idiomática sino económica. Y subvencionando más castellano no se arregla nada de eso. Es una falsa solución para un falso problema desde un imaginario ideológico trasnochado, a la altura de Groucho: “la política es el arte de buscar problemas, hacer un diagnóstico falso y aplicar un remedio equivocado”.

De la manita de Vox, el Gobierno Moreno–Marín ha transformado las ayudas de promoción cultural en estas subvenciones absurdas a las víctimas de la inmersión. Y ya es toda una ironía que ese dinero vaya a ser gestionado por un catalán, Enric Millo, nombrado secretario general de Acción Exterior de la Junta para rescatarlo al quedar en el paro tras la moción. Y probablemente estas subvenciones al final acabarán, para variar, nutriendo el clientelismo en las entidades andaluzas del exterior, esas casas de Andalucía que el PSOE también regó en su momento. Todo un éxito de Vox: Millo se ocupará de convertir ese dinero en votos para el PP.

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