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La economía europea y española se están japonizando. Tras la crisis financiera e inmobiliaria de los noventa Japón entró en un letargo de bajo crecimiento, nula inflación y reducidos tipos de interés. La deuda se disparó hasta el 240% del PIB. Independientemente de las políticas inadecuadas, las causas estructurales del estancamiento fueron el envejecimiento y la baja productividad. Las soluciones vendrán por la vía de políticas estructurales orientadas al aumento de la productividad. El estancamiento secular de Japón se había considerado como una situación singular e idiosincrática. Tras la gran recesión de 2008 este singular escenario amenaza con convertirse en global. Europa está especialmente afectada por esta epidemia. La economía europea se ha estancado y las previsiones de crecimiento para los próximos años apenas alcanzan el 1,5 %. La inflación permanece estancada por debajo del objetivo del 2%, a pesar de que del BCE ha inundado Europa de liquidez con tipos de interés cero. La política monetaria ha perdido eficacia y el arsenal de armas y munición se está agotando.

España, tras unos años de crecimiento por encima de la media de la Eurozona, ha empezado a converger hacia el estancamiento de la Eurozona. La desaceleración de España es más fuerte. De mantenerse esta tendencia en un par de años estaremos en una situación de estancamiento parecida a la de la Eurozona. Los bajos tipos de interés han llegado para quedarse durante mucho tiempo. Ante esta situación Mario Draghi y su sustituta Christine Lagarde requieren a los Gobiernos que aumenten el gasto público. La política monetaria no lo puede hacer todo. Pero los países del sur de Europa como España, Grecia o Italia no pueden practicar políticas expansivas por estar extremadamente endeudados. Las presiones se dirigen fundamentalmente a Alemania. Alemania hace oídos sordos. La austeridad y el equilibrio presupuestario está en su ADN y en su Constitución. Tendría que acontecer una gran crisis para que Alemania cambiara de opinión. Y aun así, el impacto de una política fiscal expansiva de Alemania no sería suficiente para sacar del estancamiento a toda Europa.

Recientemente en Alemania hay un movimiento heterodoxo que reclama un incremento del gasto público en infraestructuras, nuevas tecnologías y medio ambiente. El paradigma es que el incremento de la deuda pública es beneficioso siempre que esté destinado a financiar inversiones públicas que aumenten la productividad. Con tipos de interés próximos a cero estas inversiones generarán un rendimiento muy superior al tipo de interés de la deuda. El exceso de deuda está justificado cuando el gasto público se orienta a inversiones productivas de alto rendimiento. Un exceso de deuda por un incremento del gasto social, que en la Eurozona supera el 60% del presupuesto, no estaría justificado. Pero la solución no está en las políticas fiscales expansivas de cada uno de los países, sino en un proyecto de inversión común, de gran volumen e impacto, en infraestructuras, nuevas tecnologías, formación y medio ambiente financiado por un presupuesto comunitario expandido y eurobonos, acompañado de reformas estructurales en cada uno de los países. Esto hoy es imposible. Es la meta a la que los líderes europeos deben dirigir sus esfuerzos en los próximos años. Un Gobierno PSOE-UP no es el mas adecuado para las reformas necesarias.

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