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Kamikaze

Costará décadas que los catalanes recuperen el prestigio colectivo que tuvieron

éste ha sido un enfrentamiento entre la ley y la propaganda, que ha ganado la propaganda en la prensa internacional. Era lo que buscaba la suicida política de la Generalitat. Fotos de cargas policiales, cristales rotos, heridos, sangre. Un éxito. Sólo les ha faltado algún muerto para estar del todo satisfechos. No se trataba finalmente de un choque de trenes, sino de echar a la vía una multitud fanatizada en la que no faltasen ancianos y niños.

Con ese decorado se ha celebrado un referéndum sin censo, identificación o control. La protesta perfecta ante centenares de periodistas de todo el mundo. En el tumulto destacan actores notables. Como una televisión pública TV3, convertida en remedo de la venezolana chavista. O los Mossos, amable policía folclórica que facilita el paso a tractores, o protege la consulta ilegal entre sonrisas.

No me resisto a contarles un tuitque ha circulado estos días. Marta Rovira, la brillante diputada republicana, pasionaria de los sediciosos, escribió que "en democracia, votar no es un delito" y fue rotundamente replicada por otro que decía "y follar tampoco es un delito en democracia, pero hacerlo sin consentimiento es violación". La sistemática violación de las leyes, de la Constitución, del Estatut, del Parlamento catalán o de las sentencias judiciales han ido animando a este viento divino que sacó mucha gente a la calle, dispuesta a enfrentarse a las fuerzas policiales con sus abuelos y sus hijos de por medio.

Pero nadie es inocente en esta guerra catalana. El PSOE, no. Maragall lanzó una reforma estatutaria que nadie pedía y Zapatero prometió irresponsablemente aprobar lo que le enviasen. Tampoco ninguno de los principales líderes del conflicto, que además pertenecen a los dos partidos más corruptos de la reciente historia de España: PP y Convergència. Los catorce artículos del Estatut invalidados por el Constitucional en 2010 tras el imprudente recurso del PP son una bagatela comparados con las concesiones que habría que hacer para un pacto pacificador y una futura reforma constitucional. El ministro Guindos o el Círculo de Empresarios de Madrid ven ya razonable un cupo catalán, lo que significa limitar las transferencias a las regiones más pobres de España. Otra victoria de los sublevados.

Nadie es inocente, pero todos somos víctimas. A la fractura interna del Principado, partido en dos, se suma el desgarro sentimental que esta cruenta batalla deja en el conjunto del país. Puigdemont, Junqueras y compañía han conseguido que Cataluña deje de ser un ejemplo admirable para el resto de los españoles. Costará décadas que los catalanes recuperen el prestigio colectivo y el respeto que tuvieron. Este desamor es una de las peores consecuencias de la ciega carrera insolidaria que han llevado a cabo sus dirigentes.

Una huida a contramano de la historia, cuyas consecuencias preocupan a la UE. El presidente Macron ha propuesto en La Sorbona una refundación de Europa por encima de los nacionalismos y populismos, que considera una amenaza para su futuro. Hace más de 20 años el presidente Mitterrand recordó solemne que "el nacionalismo es la guerra". Personalmente opino que Europa es una nación; España, Alemania o Francia son regiones de la nación europea, y Cataluña o Andalucía comarcas de la región española. Convertir comarcas en naciones no parece el signo de los tiempos.

Esta semana un articulista del diario Liberation ha descalificado a los insurgentes a los que atribuía todos los clichés del nacionalismo más obtuso: "Racismo, desprecio de clase, incluso una forma de supremacismo cultural" porque colocan de un lado el nosotros "un pueblo educado, trabajador, progresista, honesto, republicano y europeo" y del otro ellos, "la canalla ibérica retrógrada, perezosa y corrupta, atada a una monarquía desacreditada a fuerza de escándalos y perpetuamente retrasada respecto a la hora europea".

Ahora podemos esperar todo un catálogo de despropósitos. Declaración unilateral de independencia, retirada de fondos de los bancos para hundir el sistema financiero europeo... Cualquier locura animada por este supremacismo herencia del pensamiento del Padrino de la Famiglia, Jordi Pujol, que opinaba que el andaluz "es un hombre destruido, que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual". Viento divino para este alocado vuelo independentista. Viento divino significa, en japonés, kamikaze. El enfermo queda de pronóstico reservado.

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