El sentido del decoro habita en nosotros. Utilizamos prendas con las que no llamar la atención, nos comportamos de manera correcta para parecer civilizados y escuchamos música socialmente aceptada para hacer creer al resto que no somos unos horteras. A fin de cuentas, vivimos en localidades donde todo el mundo se conoce, donde cualquiera puede observarnos y opinar sobre nosotros. Somos carne de crítica y lo evitamos a toda costa. Hasta que nos da por salir de nuestra ciudad y abrir la veda al despiporre. Total, donde vamos no nos conoce nadie.

Estar lejos de casa nos da licencia para dejar a un lado el decoro y hacer y ser lo que más nos apetezca. Si en nuestra ciudad jamás nos pondríamos un pantalón amarillo chillón con una camiseta con la imagen de Naranjito, en nuestro nuevo destino ni nos lo pensamos. Directamente salimos a la calle vestidos de la mascota del Mundial del 82. Tampoco dudamos en quitarle el polvo a esas gafas de sol con enormes piñas en los laterales y ponérnoslas hasta para ir a comprar el pan. A quinientos kilómetros de nuestro habitual campo de actuación nadie pensará que nuestra indumentaria es completamente ridícula. Eso por no hablar de los gustos musicales. Dua Lipa, Ed Sheeran, Sia... Están de moda, pero a ti lo que te gusta es Camela y Los Chunguitos y mueres por escucharlos en un local. Aunque todo eso es lo de menos. Lo importante es la actitud con la que nos enfrentamos a ese nuevo destino en el que nadie nos conoce.

Salir de marcha es casi una obligación cuando se dispone de tiempo libre. En tus bares de siempre, donde hasta los camareros se saben tu nombre, repites los mismos pasos de baile que el resto de la sala. Cuando nadie te conoce, la coreografía de Los pajaritos se convierte en la danza oficial de todas las canciones, los movimientos de cuello de la Carrá se quedan cortos comparados con los tuyos y las sillas de la discoteca se transforman en tu escenario ideal. Tus movimientos espasmódicos bien podrían haber servido de inspiración al Bailando de Alaska pero a ti te da lo mismo. Fuera lastres, convencionalismos, protocolos y formalismos. Nadie te conoce y nadie podrá decir que estás como una cabra harta de papeles. Eres el rey de la tarima de sabe Dios qué pueblo y a ti, a ti que te quiten los bailao.

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