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Crónica Personal

Marruecos, un escollo para Pedro Sánchez

Zozobra. La brecha abierta con sus socios de Gobierno a propósito del volantazo en el Sahara puede provocar una crisis de tal magnitud que dificulte la continuidad del Ejecutivo

Pedro Sánchez y Mohamed VI.

Pedro Sánchez y Mohamed VI. / Ballesteros / Efe

Nada más tomar posesión como presidente, la primera llamada de Pedro Sánchez fue al jefe de Gobierno de Marruecos. Sabía que las relaciones con el país norteafricano eran prioritarias, y la tradición marcaba que el primer viaje oficial, con el que se iniciaba el mandato, era cruzando el Estrecho. Sánchez no quiso ser una excepción, La Moncloa hizo la gestión oportuna pero desde Marruecos señalaron que el Rey no estaba en el país y no se conocía la fecha de su regreso. Sánchez, con buen criterio, dijo que no podía condicionar su agenda exterior y que viajaría a Rabat cuando pudiera fijarse una cita con Mohamed VI. Su primer viaje al exterior fue París.

Las intenciones iniciales del presidente español fueron buenas, pero las cosas se fueron enredando, entre otras razones porque su socio de Gobierno las complicaron. Podemos siempre reivindicó el derecho del pueblo saharaui a su independencia, posición que defendía también el PSOE, y que los gobiernos socialistas supieron manejar con delicadeza y diplomacia, conscientes de que para España era básico tener buenas relaciones con el rey marroquí y con sus sucesivos gobiernos, pues de esas relaciones dependía la estabilidad de Ceuta y Melilla sin que se pusiera en duda su españolidad, dependía la lucha contra el terrorismo islamista, en la que la Inteligencia marroquí había demostrado su colaboración y eficacia; dependía el mantenimiento de acuerdos pesqueros y empresariales, con importantes inversiones españolas, la lucha contra las mafias de la inmigración ilegal, que tenían su base en puertos marroquíes, y el control de la inmigración de subsaharianos que se agolpaban al otro lado de la frontera a la espera de saltar la valla.

La acogida de Gali

En los casi cuatro años de gobierno de Sánchez se sucedieron momentos complicados. Uno importante lo provocó Pablo Iglesias en noviembre de 2020, siendo vicepresidente, al pedir públicamente "un referéndum para la libre determinación" del pueblo saharaui. Marruecos, como habitualmente, expresó su desagrado tomando iniciativas que demostraban su enfado, habitualmente quedarse de brazos cruzados ante los movimientos de inmigrantes para cruzar la frontera o saltar la valla. Como hace un año cuando, en respuesta a que España acogió de forma clandestina al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, Marruecos impulsó una operación por la que unas 8.000 personas, incluidos bebés con sus padres, se echaron al mar en Benzú y el Tarajal para entrar en Ceuta nadando, en flotadores y barcas hinchables. Salvaron la vida gracias a que miembros de la Guardia Civil se echaron al agua para atender a las personas que, exhaustas y heladas, intentaban llegar a nado las playas españolas.

Desde el episodio de Gali, que fue devuelto a su territorio como gesto para tratar de enderezar las relaciones con Marruecos, esas relaciones han atravesado momentos muy críticos, lo que hizo pensar al Ejecutivo que era obligado algún acercamiento al país vecino para tratar de encauzar las cosas, que se agravaban a medida que se sucedían los meses. La sustitución de la ministra González Laya por José Manuel Albares se interpretó como un gesto a Marruecos, pero la clave para serenar la situación ha sido la decisión de Sánchez de enviar una carta a Mohamed VI anunciando que el Ejecutivo apoyaba la posición marroquí respecto al antiguo Sahara español: que formara parte del territorio marroquí con una amplia autonomía.

La sorpresa y la reacción negativa de casi toda la izquierda española han marcado un antes y un después en la estabilidad de un Gobierno que ve cómo sus apoyos parlamentarios se diluyen por esta decisión.

Peligra el Gobierno

Iglesias, que busca protagonismo político tras la desvaída posición de Podemos y su evidente declive, expresó su desacuerdo y su enfado: "La hipocresía demostrada con la traición al pueblo saharaui no sólo hace inverosímil toda la fraseología de defensa de la democracia en Ucrania. Además, arrodilla a España ante Marruecos a cambio de no se sabe qué. ¿Realpolitik o cinismo torpe?". La propia vicepresidenta Yolanda Díaz, empeñada siempre en marcar distancias con Iglesias, Belarra y Montero, y acercamiento a Sánchez, ha expresado su indignación por el cambio de posición respecto a la defensa de los derechos de los saharauis.

Una diputada de Podemos ha abandonado el grupo parlamentario para unirse al mixto, y hay indicios de que una decena de diputados más podrían optar por ese camino; ERC, a través de Rufián, ha mostrado su desacuerdo absoluto, aunque las palabras más duras las pronunció el peneuvista Aitor Esteban, que increpó de tal forma al gobierno en la comisión de Exteriores que el presidente lo llamó al orden en tres ocasiones.A la traición, como llaman al cambio de posición quienes mantienen su apoyo al pueblo saharaui, se suma la inoportunidad. Una guerra en Ucrania que obliga a cuidar el equilibrio en las relaciones internacionales y sobre todo actuar con la máxima precaución respecto a Argelia, el pueblo protector de los saharauis, al que acoge en su territorio, y enemigo de Marruecos precisamente por su empeño en anexionarse el Sahara Occidental.

El sector energético español depende en gran parte del gas que proporciona Argelia, y este giro pone en peligro esa colaboración comercial. No en cuando al suministro, los ingresos más importantes de Argelia son los relacionados con la venta del gas y petróleo a otros países, pero sí podría incrementar el precio a España como represalia, por el favor a Mohamed VI.

Albares anunció que antes de que el presidente enviara su carta al rey de Marruecos avisó a Argelia de la decisión. Argel se apresuró a desmentirlo, lo que no ha sorprendido a nadie porque es sabido, dentro y fuera de España, que al presidente español no le duelen prendas en practicar el engaño y la mentira. La Moncloa no ha querido hacer pública la misiva enviada a Mohamed VI, pero finalmente ha sido Palacio, el centro de poder marroquí, quien lo ha hecho. Y no queda en buen lugar Sánchez, más allá de la falta de corrección del texto, plagado de errores: esa carta demuestra fehacientemente su nueva política respecto a los saharauis.No es un asunto menor. Podemos aguanta lo que haga falta porque no le interesa abandonar el gobierno, fuera hace mucho frío; pero a Díaz, que ya se ha dado cuenta de que su plataforma no acaba de cuajar, sí le podría interesar ahora romper la coalición para acoger políticamente a un sector del socialismo muy vinculado al pueblo saharaui.

Por otra parte, si las palabras de Esteban y Rufián indican que sus partidos podrían plantearse el apoyo a Sánchez, más una serie de diputados de Podemos abandona el partido, el presidente se encontraría con dificultades para mantenerse en el Gobierno. Más aún cuando dentro de diez días tendrá enfrente a un nuevo líder de la oposición que sabe de política y tiene experiencia de gestión.

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