Análisis

Redacción pilar larrondo

Michael bubléEl príncipe Enrique es más querido que su esposaDel siglo pasado

El cantante descubre su estrella en el Paseo de la Fama de HollywoodLa heredera de Inditex lució un esmóquin en la fiesta en el Náutico

Marta Ortega, heredera del imperio empresarial de Inditex, ha vivido el fin de semana que soñaba con sus segundas nupcias con Carlos Torretta, hijo del diseñador Roberto Torretta. Entre los más felices con la celebración, el padre, Amancio Ortega, que no suele prodigarse en posados ante los medios. Tras la ceremonia íntima, en la noche del viernes se celebraba la fiesta en el Club Náutico coruñés. La novia lucía un esmóquin y una camisa negra transparente y el marido, sin corbata, por un traje casual.

Entre los invitados: los modelos Eugenia Silva y Jon Kortajarena, la actriz Amaia Salamanca y su marido, el empresario Rosauro Varo, la chef Samantha Vallejo-Nágera, Athina Onassis o el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. La celebración se reanudaba ayer tarde en el centro hípico de Arteixo.

El príncipe Enrique es el miembro de la familia real británica más querido según una encuesta realizada por YouGov, por delante de su abuela, la reina Isabel II, y sobre todo de su esposa, Meghan Markle, quien es considerada por algunos "arrogante y déspota" y ocupa un mal sexto lugar por detrás del duque de Edimburgo, marido de la soberana, quien a sus 97 años está ya retirado de la vida pública.

El 77 % de los encuestados tiene una buena opinión del hijo pequeño del príncipe Carlos y la fallecida Diana de Gales, que se casó el pasado 19 de mayo con la ex actriz estadounidense Meghan Markle, con la que espera su primer hijo. "Admirable, con sentido del humor, divertido y genuino" son los adjetivos que los fans del príncipe Enrique utilizan para describirle. Después del duque de Sussex se sitúa la reina Isabel II (74%) y, en el tercer puesto, el príncipe Guillermo (73%).

SUELEN retroalimentarse de su propio contenido pero, a veces, debaten sobre algo que no hayan guisado ellos mismos. Los tertulianos de Sálvame, muy dados a sacar a relucir los trapos sucios de sus compañeros de programa -y hasta de cadena- sorprendieron hace unos días a los televidentes hablando de Pepa Flores, la gran Marisol.

Lejos de homenajear su figura o respetar su voluntaria salida de la vida pública, Lydia Lozano y compañía se dedicaron a hablar de lo más oscuro de la infancia y adolescencia de la actriz. Hicieron alusión a la falta de visibilización del Me too en España (movimiento del que Pepa Flores podría ser abandera), nombraron entre líneas a los (el) responsables de la desdicha de la niña prodigio y contaron algún que otro episodio escabroso de la vida de la artista (que lo fue por necesidad, no por vocación). Todo para remover algo que la propia actriz prefiere mantener en secreto, ya sea por no revivir episodios traumáticos o por mantener la boca cerrada por exigencias de un ente superior (y malvado). Todo para que el gurú de la televisión de los últimos años terminase concluyendo que las nuevas generaciones no sabrían de la existencia de Marisol, ni mucho menos de su legado, por ser sus películas del siglo pasado.

Del siglo pasado son las películas de Charlton Heston, Humphrey Bogart, Rita Hayworth, Ingrid Bergman o Elizabeth Taylor. Del siglo pasado son las canciones de los Beatles, las de Queen y las de Víctor Jara. Ni siquiera del pasado siglo, todavía de más atrás, son las obras de Vivaldi, Mozart, Beethoven, Rossini o Tchaikovsky. Ni millennials ni del siglo XX o XXI son Julio César, Napoléon, Cristóbal Colón o Alejandro Magno y todos sabemos de su existencia, legado o importancia en la Historia. La excusa de que un movimiento, un político, un actor o un cantante (y un largo etcétera) pertenezcan a otra época para desconocer su existencia no sólo resulta pueril y sin fundamento, sino que demuestra una completa y rotunda falta de inquietudes culturales e incluso vitales. Conocer a nuestros coetáneos es justo y necesario, saber de nuestros predecesores debería ser decreto ley. Y, aunque a Jorge Javier le extrañe, a las generaciones presentes nos gusta bucear por la Historia.

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