FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Las elecciones del pasado domingo en Suecia eran muy esperadas porque han planteado problemas como la inmigración y el desempleo, que están presentes en otras elecciones europeas próximas. Dentro de poco las tendremos en Andalucía, algo después en España, y los países nórdicos han sido y son un modelo para la socialdemocracia, o más bien un imaginario donde alcanzar en la práctica un equilibrio entre nivel económico, bienestar social, igualdad de oportunidades y protección a minorías.

Los resultados son muy distintos a los de las encuestas para los tres partidos: socialistas, verdes y la izquierda, alcanzan el 41% del voto; los cuatro partidos de centro derecha, casi lo mismo; y el partido demócrata, más a la derecha, el 18%. La peculiaridad es que los demócratas, populistas, a pesar de su crecimiento en votos, no es un partido con el que vaya a aliarse nadie. Esto podría permitir a la socialdemocracia seguir gobernando como está, en minoría desde 2014, tras recuperar una tradición de décadas de gobierno socialista, con un paréntesis de ocho años de gobierno conservador.

Se argumenta frecuentemente que en Andalucía se practica un cierto clientelismo político, proporcionando servicios sociales a capas amplias de la población. Creo que esto, más o menos, lo hace todo el mundo, o lo intenta, y los presupuestos están prácticamente dedicados a gastos de pensiones, educación y sanidad.

Suecia tiene superávit presupuestario, y una fortísima presión impositiva, las instituciones del Estado se ven como una protección, y a la gente le gusta sentirse protegida. El lastre que puede suponer para un mayor dinamismo de la economía no se relaciona tan fácilmente con las instituciones, que se perciben más como una red de seguridad frente a los riesgos de la economía y de la vida. Suecia ha bajado el paro al 7%, pero la población inmigrante tiene más del 12% y la local menos de un 4%, en un país donde un empresario no se puede permitir el lujo de emplear a alguien que no tenga una buena formación y elevada productividad. Así, la convivencia se resiente de manera notable por conflictos extraños a una sociedad acostumbrada a la armonía formal en las relaciones.

Suecia pasó por la crisis sin que le afectara demasiado, con una economía industrial y de servicios, exportadora, muy avanzada, y grupos como el de Wallemberg, que invierten fortunas en investigación científica. Sin embargo, la deuda relativa de las familias es de las más grandes del mundo, y la vivienda es un problema, lo que añade incertidumbre a una clase media trabajadora que ha perdido su lugar y sus expectativas. El libro de Wilkinson y Picket: Cómo sociedades más igualitarias reducen estrés y mejoran la salud y el bienestar general mantiene que, a partir de un nivel de renta, es la posición relativa respecto a los demás lo que cuenta, y las perspectivas personales de mejora. Pero más allá de la psicología social, los ciudadanos esperan de la política que proporcione un entorno donde se pueda vivir de forma razonablemente cómoda, y que esa vida esté asentada y tenga unas raíces profundas; no sólo en el trabajo y los servicios sociales, sino en la vecindad de las relaciones entre las personas.

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