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Análisis

José Luis Ballester

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Muere Olivencia, vive un maestro

Manuel Olivencia ha muerto. Se ha extinguido la vida de un hombre (1929-2018), una vida larga y densa, de un hombre ejemplar, pero sobrevive su magisterio.

Con palabras similares despedía Olivencia a su amigo y maestro Rodrigo Uría. Y añadía que escribir de un ser querido a quien la muerte acaba de arrebatarnos es una expresión de sentimientos. Son los que yo siento profundamente al escribir de una persona a la que me unen, lo digo en presente, vínculos de enorme cariño que me salen de lo más profundo de mi corazón. Una parte sustancial de mi vida, más de medio siglo, he tenido el privilegio de colaborar con mi amigo y maestro. Muchos capítulos de mi vida están impregnados de la presencia y sabiduría de Olivencia que ha sido mi segundo padre.

Pero el maestro sigue con nosotros y permanece vivo en nuestros recuerdos más hermosos.

Vive en sus primeras lecciones de Derecho Mercantil desde 1960, cada lección una clase magistral con las que nos introdujo en la disciplina y nos sedujo para siempre.

Vive el maestro de la abogacía, que nos enseñó a aplicar el derecho vivo al mundo de los negocios, con rigor y con honestidad. Siempre buscando la perfección en los escritos, el adecuado uso del castellano, la frase oportuna y la corrección inmediata de los fallos.

Vive su ejemplo como servidor publico, con su defensa tenaz de los intereses generales. Viven sus enseñanzas de que en esa defensa es prioritario marcar los objetivos, elegir después el método más eficiente y concluir la tarea inspirado en el sentido de que cada día hay que hacer lo que se debe hacer, aunque ello cueste y nos cueste.

Viven sus aportaciones a la ciencia jurídica, su Código Olivencia, su Ley Concursal, su trabajo constante en la Comisión General de Codificación y en la de Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, sus centenares de escritos e intervenciones que constituyen un precioso legado para las generaciones futuras.

Viven los recuerdos de sus maestros a quienes nos presentó a través de sus relatos casi cinematográficos; D. Joaquín Garrigues, D. Ramón Carande, D. Alfonso de Cossío y tantos otros. A través de su memoria prodigiosa, nos mostró la importancia de mantener vivo en nuestro recuerdo el ejemplo y la vida de nuestros mayores, de nuestros maestros, de todos aquellos que contribuyeron a hacer de nosotros lo que somos hoy.

Viven la amenidad y el ingenio de sus tertulias, con las que casi hemos vivido en el César Carlos, conocido a todos sus residentes y hasta a su cocinero y nos hemos paseado por Bolonia, arribado a Ceuta, admirado el tajo de Ronda y las puestas de sol de la Barrosa.

Vive su enseñanza que lo importante no son las medallas y los brillos que otorguen los que deciden sino que el más valioso premio es recibir el afecto espontáneo y sincero del pueblo sabio y viejo que continuamente se lo ha mostrado en las calles y en las reuniones de sus amigos y colaboradores, como el homenaje que el pasado 30 de noviembre le tributaron en reunión entrañable sus antiguos funcionarios de Expo 92.

Viven muchos de sus activos más queridos, sus amigos, compañeros, discípulos, contertulios y colaboradores que se sienten deudores de gratitud.

Viven la Exposición Universal de 1992 y la transformación de Sevilla y su entorno, con una herencia espiritual y física que mantienen su huella indeleble.

Vive su ejemplo como padre de familia, esposo y padre ejemplar, habiéndonos demostrado que la intensa actividad profesional no solo es compatible sino que nada vale salvo que fomente la complicidad y el amor de los suyos.

Vivirá siempre en mí y en los míos la predilección de su amistad, su imborrable decisión que fuera su abogado. Siempre he desempeñado con devoción ese honroso encargo, que sigue vigente y cumpliré hasta el final.

Un hombre bueno, justo, generoso, sabio y ejemplar nos ha dejado en el día de su santo, cuando se disponía como todos los años a disfrutar con el Concierto de Año Nuevo de Viena. Siempre hablábamos en el descanso y me decía que Viena y su música le transmitían una enorme paz, que es la que le deseamos en su descanso eterno.

El primer día del año Olivencia ha muerto, pero viven el maestro y su ejemplo.

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