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Por fin se ha acabado el Black Friday. Se terminaron los interminables anuncios que hablan de grandes oportunidades y mayores descuentos y al fin respiramos en paz. Aunque ese alivio dure lo que el publicista de turno tarde en eliminar del spot los términos Black Friday para meter con calzador el de Navidad. El Viernes Negro -que estamos en España, criaturas- este año ha sido la mejor antesala a la gran ola de consumismo que viviremos durante todo el mes de diciembre. Hasta que llegue la cuesta de enero, que siempre nos llega por pecar en exceso de manirrotos. Pero para hablar de compras excesivas en Navidad ya habrá tiempo.

Desde principios de noviembre nos han ido colando de manera sutil la existencia de una fecha en la que poder comprar y ahorrarnos mogollón de dinero. Pero mogollón mogollón, que diría un millennial. Día sí y día también nos han bombardeado con anuncios para que durante todo el fin de semana -en algunos establecimientos toda la semana- acudiéramos en masa a grandes superficies para comprar, comprar y volver a comprar. Como los peces en el río, que bebían y bebían, pero sin ningún beneficio hidratante para nuestro organismo. Este año nos lo han puesto difícil para evitar la tentación. Black Friday is in the air, como el amor pero sin mariposas. O al menos no de las bonitas. Las necesidades creadas con tanto anuncio nos han puesto el corazón en un puño, tanto que muchos sentían ese revoloteo intestinal al tirar de tarjeta. Luego, cuando toque revisar la cuenta bancaria, a muchos el revoloteo se le volverá gastroenteritis. Pero cualquier diarrea es bienvenida si uno consigue ahorrarse dos euros en un chaleco. O en compresas, que es lo que servidora quería adquirir aprovechando los descuentos. Aunque los dos céntimos que me ahorré fueron por cambiar de marca. Se ve que el negro no combina con el rosa, que los descuentos no se aplican a bienes de primera necesidad y que si usted desea adquirir productos femeninos con algún tipo de descuento, mejor decántese por el maquillaje, que la va a hacer mucho más feliz que cuatro compresas ridículas. Igual que con las cuchillas de afeitar de mi vecino. Porque la mentira y la manipulación del Balck Friday no hace distinción de género -ni de principios- cuando de hacer caja se trata. Porque si lo necesitas, ya no te lo vendo.

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